Miel Sobre Hojuelas
Por Lenina Nereida Ortiz García
ES OTOÑO, y no, los árboles aún no están amarillos, pero el viento no falla, llega con sus leves ráfagas que abrazan las piernas mientras caminas. En esta ciudad el calor es sofocante, desde finales de invierno; primavera con su mayo insoportable, y el húmedo verano; pero el otoño es benévolo, es la estación en la que el sol se pone tímido, por las tardes la ciudad se tiñe de miel y el calor es como dicen los meteorólogos, bastante agradable.
EL OTOÑO trae reacciones en la gente, a algunos los vuelve pasivos, nostálgicos, tristes, o simplemente es relajante disfrutar de la tarde sentado en el sofá frente a la ventana por donde se oculta el sol y esperar que la ráfaga del anochecer nos obligue a levantarnos de nuestro letargo. Las noches de esta ciudad en otoño son perfectas, no son frías aún, es el temple exacto para caminar un rato y escuchar los ruidos que nos rodean. Sí, el otoño nos vuelve contemplativos. Escuchar el viento que se funde con el sonido de los carros, los ladridos de los perros, una sirena de ambulancia en la distancia, el barullo de los transeúntes, y otra vez una sirena un poco más cercana que la anterior, una sinfonía que solo puede crearse con el viento suave.
ESTAMOS PUES, ensimismados con el otoño, y pareciera que no pasa nada, es una pequeña ciudad tranquila, con alto índice de suicidios, muy preocupante para una ciudad en la no pasa nada. Quizá la gente se harta de la cotidianidad de la nada, esta no es una jungla como las grandes ciudades, y exceptuando al transporte público, se podría decir que es un buen lugar para vivir.
UN DÍA un profesor da clases a la 13:00 de la tarde, la dinámica es entretenida, los alumnos están disfrutando del aprendizaje, es un profesor simpático. Pasaron las 13:14, nadie toma en cuenta esa hora, la clase terminó a las 14:00. Al llegar a casa todos se dan cuenta de que un temblor sacudió a la metrópoli, ocasionó muchos desastres, la gente está triste, está desesperada. Y aquí sólo pensamos en nuestras actividades del día siguiente, escuchamos la noticia todo el día, por la radio, la televisión, en las redes sociales, no se habla de otra cosa. Y aquí, seguimos pensando qué vamos a comer mañana, si vamos a ir al cine, si veremos una película en casa.
UNAS PERSONAS cómicamente comentan que vivimos en una dimensión desconocida, y suponen que no nos pasa nada porque estamos entre dos cordilleras, luego, con ingenuidad ríen. Mientras ellos hablan, en la gran ciudad hay personas rescatando a otras personas entre los escombros. Se solidarizan regalando una sopa o un atún, y es válido. El problema quizá está en no aceptar nuestra fragilidad, en creer que unos merecen más privilegios naturales que otros. Pensamos como si la naturaleza hiciera una selección, cuando somos nosotros los responsables de nuestros errores, y víctimas de los errores del pasado. La naturaleza no sabe quién es mejor o peor persona y si merece morir o no, la muerte misma es parte de ella. Sin embargo es válido pensar así, incluso el dominio del hombre y su afán por conquistar todo.
ES VÁLIDO vivir aquí en esta pequeña ciudad donde no pasa nada, donde ponemos atención al otoño más que en otras grandes ciudades, porque tenemos un poco de tiempo para hacerlo, porque no tardamos horas en el transporte para trasladarnos, porque las distancias son cortas, y que por x o y nos ha tocado vivir aquí.