Televisión y Educación
Por Mario de Ávila Amador
En recuerdo de Jorge Galván
SI BIEN no como tema central de mi colaboración, ya he escrito algo sobre televisión y educación. Tal vez desde las primeras, cuando señalé cómo fue que el gobierno de la República se decantó por el Modelo Comercial Estadounidense y no por el Modelo Gubernamental Inglés. Desde entonces se privilegió la ganancia y la empresa ante el conocimiento y la formación.
LAS RESPUESTAS del gobierno en cuanto a televisión no comercial (gubernamental, educativa, universitaria) se dieron desde finales de los años 50 del siglo pasado, con la creación de Canal 11, del Instituto Politécnico Nacional. La televisión de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, experimental y como centro de producción, se remonta a los años 40.
CON ESTOS antecedentes simples y muy generales, en esta colaboración la pregunta es: ¿Qué tan educativa puede ser la televisión? O de otra manera: ¿Qué papel juega la televisión en la formación de los individuos? Tampoco se trata de presentar aquí una tesis científicamente estructurada, es una sencilla reflexión personal.
PARA COMENZAR, no creo que la televisión por sí misma sea o pueda llegar a ser un medio “educativo”. Especialmente en los tiempos que vivimos, si bien tampoco soy de los que señalan el fin de la televisión como medio, creo que se han ido restringiendo los alcances de este medio, o como se menciona por parte de los estudiosos de las nuevas tecnologías de información y comunicación, “se han ampliado las salidas”, las ventanas.
LA EDUCACIÓN está conformada por una serie de procesos que tiene como fin último la transformación del individuo, el cambio en la forma de enfrentar su realidad. Es un sistema y por lo tanto está entrelazado con distintas disciplinas y además en constante evolución.
DE AHÍ que la televisión no pueda ser por sí educativa. Sin embargo puede ser coadyuvante en el proceso educativo en distintas etapas. Puede ser “formativa”, dependiendo también de diversos factores, como tiempo de exposición, entorno familiar, entorno social, potencial económico y muchos etcéteras.
DE AHÍ que pueda considerarse que la televisión puede estar presente en los procesos de formación que están inmersos en los procesos educativos: Educación formal (sistematizada – escolarizada), Informal (sistematizada – no escolarizada) y No formal (ni sistematizada ni escolarizada). Esta última es en la que, sin duda, caben las situaciones en las que se forma (o deforma) al individuo, a través de la televisión comercial. Pero también existen un sinnúmero de canales que, sin ser comerciales, apoyan la formación del individuo de manera informal, televisoras consideradas culturales o de divulgación científica, a las cuales generalmente se les tacha de “no entretenidas”, tema del cual escribiré más adelante.
EN CUANTO a la educación formal, la televisión tiene un papel importante como instrumento de apoyo didáctico. En este sentido se puede aprovechar algo de la programación televisiva para reforzar algún objetivo de aprendizaje. El video didáctico, sin embargo, es el instrumento ideal para apoyar los procesos educativos y estos materiales no son propicios para trasmitirse en un canal de televisión, de ningún tipo, pues tiene características específicas, estrechamente ligadas con el objetivo de aprendizaje de una currícula determinada.
ES EN EL entorno de la educación no formal, en el que se inserta de mejor manera la televisión educativa. Los sistemas de telesecundaria y telebachillerato, hacen de la televisión un fuerte instrumento de apoyo, pero la televisión por sí sola no podría cerrar un ciclo enseñanza-aprendizaje. En este sistema, la televisión se encuentra en la frontera de de la educación formal y la no formal.
HAY OTRAS programaciones que buscan por sí solas alcanzar objetivos de aprendizaje, aunque su característica básica es que ese objetivo no se encuentra inmerso en un sistema de educación formal. El ejemplo más claro de este tipo de televisión, o de programas televisivos, es el gran número de series que tienen como centro de atención a la cocina. Desde luego los hay de muchas otras disciplinas o profesiones.
TRATANDO DE responder las preguntas iniciales de esta colaboración, la televisión puede ser “formativa”, para bien o para mal, pero no “educativa”, en sentido estricto. Así pues, en respuesta a la segunda pregunta, considero que el papel de la televisión en la formación de los individuos es, aún hoy, muy importante y debe buscarse una mayor cantidad de televisoras que apoyen desde los ámbitos educativos no formal e informal. Si a las televisoras comerciales no les interesa “formar” (aunque forman generalmente deformando), toca a “las otras televisoras” (educativas, culturales, científicas, universitarias o estatales) entrarle al toro y lanzar propuestas de televisión entretenida e inteligente, que apoye a la formación de individuos mejor informados y por lo tanto mejor preparados para enfrentar su entorno.