Por Alfonso Morales Castorena
PARA EL titular de la Dirección de Control Reglamentario Municipal, Juan Roberto Delgado González, el asunto de la negociación Punto y Coma, que en la administración del panista Humberto Gallegos Escobar iniciara actividades como restaurante-bar y que al cambio de timón en la Alcaldía, trastocara su actividad a simple cantina de pueblo, bajo la complacencia del también albiceleste, Jesús Soto López; no pasa de ser “mero chismerío de inconformes con su trabajo en el andador de la céntrica calle Centenario”.
DEFENDIÓ A capa y espada la explotación del negocio y minimizó la misma con el argumento de que “funciona apegado a la norma y hasta la fecha no hemos tenido queja alguna de sus actividades mercantiles” y hasta se dio el lujo de presumirlo “como un modelo de fuente de trabajo que el resto de los comerciantes debería imitar, en lugar de andar de quejumbrosos por su estadía”, como lo aseguró.
DELGADO GONZÁLEZ, entre displicente y con cierta sorna, aseguró que “sus inspectores noche a noche, de lunes a jueves, verifican que Punto y Coma cierre la atención al público a las doce de la noche, como lo marca el reglamento y por consecuencia, todo ruido cesa en ese momento”.
AGREGÓ QUE “si acaso existe algún tipo de ruido, es el que hace la señora que lo administra porque ahí vive y es lógico que tenga que mover algún mueble para acomodar sus pertenencias o sus cosas, pero luego todo queda en silencio, como cada mañana me informan mis inspectores”, repitió.
LUEGO, CON la misma pose adoptada de indolencia, comentó que “como en toda norma existe una excepción y que en este caso, Reglamentos Municipales contempla un beneficio económico para la explotación de este tipo de negocios a través de una extensión de su horario nocturno de trabajo hasta por dos horas, situación que la propietaria de la cantina (sic) cumple semana a semana, mediante el pago puntual de ese permiso solicitado”.
Y FUE A MÁS al señalar: “pero esa extensión de horario de ninguna manera se presta para que se causen disturbios o escándalos, ni en el interior del negocio, ni en la vía pública”, que en este caso viene siendo la parte del corredor peatonal de la calle Centenario, en su tramo de Ignacio Zaragoza a Hermenegildo Galeana, a menos de 200 metros de distancia de Palacio Municipal, lado oriente del mismo.
SOBRE LA contaminación ambiental que causan los decibeles por el volumen exagerado de la música que escuchan los parroquianos a deshoras de la noche, como lo aseguran los “quejumbrosos comerciantes”, Delgado González afirmó que “yo no he escuchado nada de eso, ni tampoco queja alguna al respecto, puede ser que la señora (Edith de Lara) se deleite con sus melodías favoritas cuando se retira a descansar y por el silencio de la noche, se escuchan muy fuerte, pero es solo por breves momentos”.
AL CUESTIONARLE sobre la nomenclatura de la expedición de la licencia que avala las actividades del denunciado antro, en el que proliferan hombres y mujeres de todas las edades, incluso se permite el paso a menores de edad, el empleado municipal refirió que “se extendió bajo la figura de restaurante-bar y en la actualidad así sigue funcionando porque al parroquiano se le ofrecen alimentos y botanas “como existen muchas de ellas, aquí en la localidad”.
EN ESTE terreno y en torno al número de licencias reglamentadas que se explotan en la comunidad, Delgado González se negó a proporcionar la información requerida y se escudó en su superior inmediato, el Director de Gobernación Municipal, Omar Williams López Ovalle, de quien debe recibir autorización “para ofrecer cuanto dato le sea requerido por los representantes de la prensa”, según dijo.
PARA ENTONCES ya los “quejumbrosos comerciantes”, como él los definiera, habían asegurado que de inicio la licencia del ramo se expidió a nombre de Jesús Serna, bajo el rubro de “Restaurante-bar Centenario” durante la administración de Humberto Gallegos Escobar (2005-2007), pero que luego, de la noche a la mañana y ya cuando era presidente municipal Jesús Soto López, “ese restaurante bar se convirtió en el infecto antro del presente, sin que autoridad alguna tome cartas en el asunto para obligar a su administradora a apegarse a la norma que lo debe regir”.
NO CABE duda que es un extraño caso para “La Araña”, como conocemos a nuestro director de Reglamentos Municipales, externaron “esos quejumbrosos comerciantes”.