* La Soledad en la Ventana
Por Carlos Alberto Sánchez Villegas
UNA LUZ tenue comienza a filtrar por la ventana, los reflejos rebotan en aquella pared llena de polvo acumulado, las cubiertas de los libros que se encuentran aquí y allá dentro de la habitación gritan a coro en abandono constante de tantos años.
ÉL SE SIENTA al borde de su precipicio pensando en el abandono propio, en la soledad, única compañera de las horas de su vida; tanto tiempo sin ellos, consumido en el recuerdo de lo que alguna vez fue una familia. Sus voces se agrupan en su cabeza flagelando los vestigios de cordura que aún quedan.
PIENSA PARA sí una y otra vez que la vida está llena de instantes, algunas veces pasa mucho tiempo sin que ocurra nada, en otras ocasiones el instante llega con su sonrisa tétrica a cambiar todo el panorama. Ya son cinco años de aquel instante en el cual perdió a su familia, al final el recuerdo de su esposa y sus tres pequeños sólo quedó grabado en su memoria y en aquella nota periodística que rendía cuentas del incendio de una casa donde murieron sus tres hijos mientras el padre se encontraba fuera de la ciudad celebrando el contrato de su primer gran libro; ya sólo el recuerdo queda, ya sólo dolor queda.
YA PASA del mediodía, en el exterior de aquella ventana los rayos del sol son sustituidos por la sombra, las gotas comienzan a golpear el cristal, en el interior el olor del café inunda todos los rincones, aquel hombre se sienta en su vieja silla frente a su escritorio, ese espacio donde un día brillo la fuerza de todo su intelecto y creatividad.
AMANTE las letras y los libros desde pequeño, luchó contra todo y todos por demostrar que también de las letras se podía comer y vivir, no fue fácil, sobre todo al casarse; los sueños, el bienestar y la paciencia se diluían en trabajos temporales, y la gran oportunidad solamente no llegaba. Los ahorros se acababan cuando la gran llamada llegó, después de tocar tantas puertas, después de presentar tantos borradores, al fin una editorial se interesaba por publicar su primer libro “El péndulo”, una novela de corte policiaco, que según los editores que lo contactaron tenía un gran potencial. Escenas de felicidad y celebración con su familia, episodios de una despedida breve, besos, abrazos, un “Te quiero papá”, y después… el horror, el sufrimiento, la soledad eterna.
EL CRISTAL de la ventana vibra con una brisa que deja asomar pequeños rayos de luz, ya decadentes y en agonía, el día va anunciando su final, adentro aquella figura no se mueve, sigue a la deriva con sus recuerdos. Todo está perdido, no hay nada que le muestre alguna chispa, alguna esperanza. La existencia se resume a sólo seguir respirando, los ideales están fuera de este mecanismo.
ASÍ SE consumía la vida del gran escritor que según el Times estaba destinado a “Revivir el género policiaco en la literatura actual”. “El péndulo” vendió millones de copias en su lanzamiento, tres ediciones por año, eso no estaba nada mal, salvo el pequeño detalle de que esto le importaba un bledo al gran escritor, las palabras, las letras se secaron de sus manos el día en que otra llamada le informó que su vida había acabado en un incendio, lejos de aquel lugar donde él seguía respirando.
LA NOCHE llega y la ventana es una vez más reflejo de las estrellas que brillan en una velada fría, él consume un cigarrillo más, consume los despojos de aquella comida instantánea; libros inertes y sin uso son testigos de este accionar diario, son observadores de jornadas enteras de lo mismo.
DESPUÉS DE aquella segunda llamada todos tenían palabras de aliento, sentimientos de consuelo para este hombre, todo mundo quería sacarlo del hoyo, pero qué tanto vale una palabra y un consuelo frente a la inmensidad del vacío, de la ausencia, qué palabra puede regresar de la muerte a una persona. Las personas poco a poco se retiraron, él pudo por fin consumirse en sus pensamientos, la tristeza lleno todo, ya nada valía, ni las constantes peticiones de lectores para un segundo libro, eso qué importaba ahora; ya no había nada por qué escribir.
UNA LUNA blanca se asoma en la habitación, procurando velar al hombre en sus sueños, procurando traer dulzura a algo que ya no funciona, esa luna lo hace sin avisar, sin anunciarse, sola y en silencio llena los sueños de cosas que ya no podrán ser.
LA ÚNICA hora de su jornada en la que él encuentra consuelo, aquella donde sus sueños están plagados de escenas de amor , “Te amo”, “Eres el mejor papá del mundo”; el sueño donde los encuentra en la casa al llegar una y otra vez, donde observa sus sonrisas y el fulgor de sus miradas.
UN TIC tac constante es dueño de la casa, un segundero avanza rápido y sin detenerse, el tiempo es diferente para quien se consume en vida, el caminar es más lento y en agonía, es como si aquel ente llamado tiempo fuese cómplice del dolor. Y así se repite jornada tras jornada en la vida de alguien que lleva en la mano la letra muerta.
BITÁCORA DEL sufrimiento, pero ¡qué más da! En un mundo repleto de horrores, qué importa el dolor de una persona en mundo que gira sin cesar, en un mundo donde los dolores de las personas rivalizan por ver cuál es más grande.
* Amante de la Historia, de las letras y el buen café, de origen aguascalentense, sólo espera que disfrutes y te dejes llevar por el mundo que se encuentra detrás de las letras.