Homilía en Catedral
Por Benny Díaz
“La verdad fundamental que sostiene nuestra fe y la creencia de la Iglesia Católica es que Jesús resucitó, está vivo: sufrió, padeció y murió, pero resucitó, no se quedó en el sepulcro. Los apóstoles no creían, estaban confusos y San Juan había visto cómo había muerto, dónde lo habían puesto y duda y va, ve una piedra removida y el sudario y manto tirados en el suelo. San Pedro llegó corriendo, entra al sepulcro, fue al igual que San Juan, y ve el vacío en la tumba, pero no pensó: se lo robaron, creyó lo que Jesús había dicho sobre que iba a resucitar al tercer día y no tuvo duda. Jesús es la verdad, no miente, es el amor, no es egoísta, es justicia, porque no es falso, es perdón porque no conserva odio, es misericordia, porque se apiada de todos”, exaltó el obispo Juan Espinoza Jiménez en su homilía del domingo de resurrección.
En la misa de 10:00 de la mañana en Catedral, dijo que “el misterio ha envuelto el amor de Dios a la humanidad y con la resurrección es una nueva creación, todo se renueva y cambia la vida. Vean los árboles tan verdes, las jacarandas floreando… el despertar de la naturaleza porque vimos árboles sin ninguna hoja, las plantas marchitas y ahora con esa renovación todo da sentido a nuestra fe y la vida de todo ser humano que cree en Cristo se dan cuenta que la vida es un acto de fe, hay sufrimiento y dolor, pero las personas no pueden estar tristes, tampoco pueden dejar que los problemas los hundan”.
El purpurado también habló de que Jesús está vivo “y quiere resucitarte, tal vez hemos sido perezosos en las cosas de Dios, corajudos, malhablados, descuidados con las personas y no hemos llevado una buena vida, pero hoy es tiempo de resucitar y que la luz de Cristo ilumine, no hay que estar amargados, tristes, resentidos y dejemos de lado el resentimiento, odio, rencor, envidia y seamos seres nuevos, criaturas nuevas y si no nos hemos confesado es tiempo de cambiar ese vestido sucio, límpialo y revístete de Cristo para que lleves una vida más bonita”.
Hay quienes que cuando alguien muere, “muchas veces lloran de resentimiento, de tristeza porque piensan y tienen remordimiento de que pudieron ser mejores con esa persona, darle más tiempo y no lo hicieron. Vivamos bien esta vida, porque si creemos en Cristo, moriremos y resucitaremos, de eso no hay que tener ninguna duda y aquí se inserta el misterio de que se tendrá que pagar las penas y culpas que se cometieron en el purgatorio. No me queda duda de que cuando una persona que es asidua a misa los domingos, comulga, se confiesa y lleva una vida cristiana pasa más rápido al cielo. No tengamos miedo, la muerte es la última llamada de Dios hacia una vida más bonita en donde no hay dolor, sufrimiento y las penas se acaban, pero tendremos que pagar lo que tengamos que pagar en el purgatorio, pero tenemos la esperanza de que estaremos con Dios”.
Cuando hay esa confianza no hay por qué “estar tristes, no hagamos llanto, demos oportunidad a que Dios nos cambie el corazón, no tengamos tiempo a nada, ni siquiera a la muerte, porque Cristo la venció y al estar insertos en él (al ser bautizados), somos partícipes de esa vida, porque resucitó”.