Víctima de Maltrato y Tráfico de Influencias

Por Benny Díaz

Fotografía relevante a la nota.

Felicitas Margarita Ávila Díaz | Juan Ruperto Ávila Díaz

Erika Ramos Castañeda es una mujer que sufrió maltrato de parte de su concubino Juan Ruperto Ávila Díaz, con quien  tuvo dos hijas. Luego de un calvario en donde intervino la familia de él y llegaron a juicio, primero en el DIF Estatal y luego en un juzgado familiar, le quitaron a sus pequeñas.

La mujer decidió dar a conocer su caso mediáticamente porque está desesperada y libra una batalla legal para recuperar a sus dos menores hijas desde 2019, además de que le acaban de diagnosticar que padece leucemia.

La historia de terror, disfrazada de “amor”, comenzó en 2009 cuando Erika y Juan Ruperto comenzaron un noviazgo, pero él era inestable en todos los sentidos. Le causó problemas en su trabajo y con su familia, pero la convencía de regresar con él y entonces quedó embarazada.

Ella ya tenía un hijo de una relación anterior, quien se negó a irse con ella cuando su familia decidió no apoyarla y la sacaron de su casa.

“No me quedó más que irme a vivir con Juan Ruperto –cuenta la mujer, con miedo-, pero como no tenía casa fuimos a parar a la de su mamá, en donde toda su familia intervenía y le decía qué hacer. La que era mi suegra desde el primer momento me impuso el nombre para mi hija y mi concubino no se hizo cargo. A pesar de estar molesta, mis padres me ayudaron y al dar a luz me hicieron cesárea. Mi niña necesitaba de una leche especial y el papá no se hacía responsable y tuve que salir a trabajar”.

Sin terminar de recuperarse, Erika buscó un empleo y comenzó a solventar los gastos, pero el maltrato aumentó y decidió terminar la relación con Juan Ruperto. Buscó a su familia para que la recibieran de nueva cuenta, aceptaron y justo se dio cuenta que estaba nuevamente embarazada: “Mi hija mayor tenía seis meses”.

Fue un ir y venir entre ella y su concubino por algunos años, tiempo en el que al contar con prestaciones laborales pudo comprar una casa para vivir con sus hijos.

Por mucho esfuerzo que hiciera, sus hijas necesitaban los cuidados de todos los niños y buscó ayuda del padre, mismo que no respondió, pero sí su familia, porque a gritos la corrieron del lugar, la acusaron de que la niña pequeña no era de él y “le llamé a una patrulla para que se lo llevaran”.

Después de eso el acoso fue aumentando de nivel, y como ella no contaba con el apoyo de nadie tuvo que dejar a sus hijas en un albergue infantil.

“Estaban ahí de lunes a viernes, sábado y domingo la pasaban conmigo; no tenía otra opción”, contó Erika entre lágrimas.

En tres ocasiones, mientras caminaban por la calle, Juan Ruperto se llevó a las niñas y en la última ocasión le comunicó que ya no se las regresaría.

Ella fue a interponer la denuncia a la Procuraduría de la Defensa de Niños, Niñas y Adolescentes en el DIF Estatal, pero “hicieron una carpeta en donde no me dejaron defenderme, porque incluso hay documentos en donde falsificaron mi firma”.

Las niñas fueron a parar a un albergue del DIF Estatal por dos meses, mientras se llevaba un juicio para ver en dónde estaban mejor. Mientras se define quién se queda con la patria potestad, ésta le fue dada temporalmente a Felicitas Margarita Ávila Díaz, hermana de Juan Ruperto, quien de inmediato se las entregó a él.

Ella denunció el hecho ante la Ministerio Público en el DIF Estatal, Olga Laura Ramírez Barrientos, pero no le hizo el menor caso; mientras que la directora de dicho ente, Karla Espinoza Lazalde, se ha negado a recibirla.

“A ella (Karla), la conocí cuando era procuradora, y me trató muy mal”, y aseguró que hicieron las cosas de la manera que quisieron, incluso hasta falsificando “mi firma en algunos documentos, en uno donde dice que estoy de acuerdo en que mis hijas se queden con él hasta la mayoría de edad, lo que es falso”.

Erika aseguró que lo que único que quiere es a sus hijas de regreso, porque le programaron visitas y Felicitas Margarita no cumplió, sólo acudió a dos.

La madre busca justicia, sólo eso y que se acabe la persecución en su contra, porque “por el acoso tuve que vender mi casa, cambiar número de teléfono, todo”.

También denunció que Felicitas Margarita presume de ser “influyente, dice que conoce a mucha gente”, y eso lo ha sentido cuando hacen todo tipo de cosas para dejarla en indefensión.

Erika terminó diciendo que “hago responsable de cualquier cosa que me pueda pasar a mí o a mi familia, tanto a Felicitas Margarita como a su hermano y las autoridades que los protegen”.