Por Ana Lucía Espinoza
MIL 590 millones de personas han sido vacunadas contra la COVID-19. Millones de personas hoy en día se encuentran con la seguridad y la confianza de que existen menos probabilidades de enfrentar la muerte a manos del coronavirus como muchos otros ya lo han experimentado. La campaña de vacunación que se ha llevado a cabo es la más grande registrada en la historia y con el coronavirus llegando para quedarse, la ciencia ha hecho lo imposible para encontrar una salida al virus que ha puesto patas arriba a la comunidad internacional. Los países se han dado a la tarea de administrar el mayor número de dosis posibles para garantizar inmunidad en sus habitantes, reducir la ocupación hospitalaria por COVID-19 y por supuesto, las muertes. Esta nueva carrera por administrar vacunas ha hecho que países de renta alta acaparen un número grandísimo de vacunas pero ¿a costo de quiénes?
EN FEBRERO de 2021, más de 130 países aún no recibían ni una sola dosis de vacunas, mientras que 10 naciones se habían repartido alrededor del 75% de las existentes. Países con poblaciones relativamente pequeñas pero con grandes cantidades de recursos se han estado vacunando a un ritmo mucho más acelerado que aquellos países de renta baja. Esto fue un efecto que sucedió en Israel que lleva la delantera en el número de vacunas aplicadas con más del 60%. Sin embargo, gracias a datos de Our World in Data se han podido comprobar casos como India que con un porcentaje del 17.8 de la población mundial, ha aplicado solamente el 8.3% de las dosis administradas, mientras que Estados Unidos con sólo el 4.3% de la población mundial, ha aplicado el 29.8% de todas las vacunas entregadas en el mundo. Esto sin mencionar a países como Haití, Siria, Yemen o Sudán que han recibido nada o solo menos del 0.1% de las dosis mundiales.
ES EVIDENTE que el reparto global de vacunas ha sido injusto para aquellos países de renta media o baja contra los países de renta alta. ¿Qué pasa entonces con aquellos países que no han logrado controlar la pandemia gracias al acaparamiento? Mientras que países como Reino Unido, China, Israel y Estados Unidos se encuentran bien provistos de dosis gracias a las inversiones de dinero que otorgaron para la creación de estas, países con desempeños inferiores se han visto desplazados de un tema de salud pública global. El acceso equitativo ha corrido grandes riesgos cuando farmacéuticas han hecho tratos con países ricos y ahora la actual distribución de vacunas implica un nuevo peligro para la comunidad internacional. Con países de renta baja siendo incapaces de proteger a su población más vulnerable, el virus causará más muerte y continuará propagándose y creando nuevas cepas, cepas que las vacunas ya existentes no podrán controlar.
CON LA finalidad de mitigar el acaparamiento de vacunas se creó la iniciativa Covax para garantizar el acceso justo y equitativo de las vacunas para todos los países. Sin embargo, de acuerdo con las estadísticas, esto está más lejos de la realidad de lo que los expertos esperaban. El acaparamiento ha sido masivo y aunque Estados Unidos es uno de los que más vacunas ha adquirido, la lista de países que ha hecho lo mismo es todavía bastante larga. Entonces ¿por qué la mayor parte de la hostilidad se dirige hacia Estados Unidos? Después de muchas consultas, la respuesta a esta pregunta se resuelve con la narrativa de que el odio a Estados Unidos es lo más cercano a un sentimiento global.
ESTAMOS ACOSTUMBRADOS a odiar a Estados Unidos gracias a una variedad de razones completamente válidas y bastante evidentes que van desde el apoyo a Israel hasta las intervenciones militares alrededor del mundo en desarrollo. Algunas de las razones ya fueron estudiadas por Ziauddin Sardar y Merryl Wyn Davies en su libro ¿Por qué la gente odia a Estados Unidos? En este, los autores escriben acerca de una razón existencial. Esta razón existencial habla acerca de lo difícil que es para los otros pueblos coexistir con Estados Unidos. La razón existencial política teoriza acerca del gran alcance que tiene el país para extenderse y de la influencia que tiene en la comunidad internacional al tener control sobre algunos organismos internacionales. Es así como los países de renta media y baja son limitados y excluidos de la posibilidad de tener acceso a los servicios sociales básicos, tales como las dosis de vacunas.
SIN EMBARGO ¿es Estados Unidos el único culpable? Los gobiernos norteamericanos han creado un mundo donde es imposible vivir para los países de renta media o baja, pero Estados Unidos no es el único culpable y sería hipócrita siquiera considerarlo. El sistema en el que vivimos ha permitido estas prácticas de desigualdad, donde los países de renta alta pueden y tienen el derecho de acaparar para salvar a su propia gente, sin importar el resto del mundo. Es tanto así que algunos estados de Estados Unidos han rechazado envíos del gobierno por la falta de demanda o han invitado a otras naciones a vacunarse en el país. La culpa no puede recaer simplemente en el país sino también en las farmacéuticas que han estado más que dispuestas a negociar con los países que cuentan con más recursos, quedando nada para los países más pobres.
SIN DUDA alguna, estas prácticas deben ser eliminadas desde la raíz, creando un sistema que sí obligue a los países a repartir las vacunas de manera equitativa. El proceso sería largo pero mucho más eficaz que dejar que sólo unos pocos se lleven todo. El mundo se enfrenta con un problema que ha afectado a todos. La pandemia desde un inicio se convirtió en un problema colectivo por lo que requiere soluciones colectivas. Un cambio será imposible si se trata de hacerlo de manera individual, el surgimiento de cepas está a la vuelta de la esquina y expertos ya han hecho la llamada a los países de renta alta ¿qué están esperando?