Por Carlos Alberto Sánchez Villegas*

Imagen tomada en la Ciudad de México en 1930 (Foto: Archivo Casasola)

Imagen tomada en la Ciudad de México en 1930 (Foto: Archivo Casasola)

HAN PASADO casi 140 años desde que comenzó el auge ferrocarrilero en México, y hoy en día el recuerdo queda en cientos de fotografías y también en los espacios públicos que alguna vez fueron talleres y estaciones de ferrocarril. En el periodo del Porfiriato la llegada del monstruo de acero representó la esperanza económica de un país que había pasado la mayor parte de su etapa como nación independiente inmerso en guerras internas y externas; por esta misma razón la industria ferroviaria repre­sentaba el futuro de México, y el mismo presidente Porfirio Díaz así lo pensaba, es por eso que durante su primer periodo de gobierno (1876-1880) se esforzó por pro­veer de contratos y concesiones a grandes empresas extranjeras que mostraban su interés en construir caminos ferroviarios en territorio mexicano, sobre todo aquellas que provenían de Estados Unidos.

EL ARRIBO de este nuevo transporte transformó la vida industrial del país y la economía de este, también tuvo una re­percusión directa en la vida cotidiana de la población tanto en ciudades como en comunidades campesinas. Una de ellas tuvo que ver con el trabajo y la contratación de empleados, tanto para la construcción de las vías férreas, el mantenimiento de loco­motoras y vagones y el trabajo diario en las estaciones de tren. La tecnología ferroviaria llegó tempestivamente a un país donde el trabajo en el campo era lo más cotidiano y donde el trabajador mexicano dependía directamente de las cosechas y la siembra.

LA CULTURA laboral en México depen­día casi en su totalidad del campo, los tra­bajadores trabajaban las jornadas necesarias para mantener a su familia y nada más, el campesino no estaba familiarizado con jor­nadas laborales fijas o los días obligatorios en los que tenía que cumplirlas. En naciones como Estados Unidos la labor industrial u obrera era algo que ya se había implemen­tado desde décadas atrás, esta cultura obrera venía también de los países europeos. Debi­do a la inestabilidad imperante en México la industria y las fábricas estaban arribando a nuestro territorio con cierto retraso respecto a nuestro vecino del norte.

ANTES DE seguir avanzando debemos recordar que en materia laboral México sufría de un gran retraso, además en el rublo ferrocarrilero se veía este atraso ya que había hecho su aparición desde la década de 1820 en Europa primeramente y unos años después en América sobre todo en Estados Unidos. Para el año de 1873 México tan solamente había conseguido terminar la ruta de México a Veracruz; para 1876 la extensión de vías lle­gaba a 640 kilómetros, lo que representaba un atraso severo ante Estados Unidos y Europa, y también a otras naciones de Latinoamérica como Brasil y Argentina [1].

ES BIEN sabido que cuando llegó este nuevo transporte la industria se detonó enormemente en México, la minería sobre todo fue una industria que renació debido a la facilidad con la que se podían transportar los minerales por medio del ferrocarril, pero también hubo otras manufacturas que despe­garon debido al nuevo transporte como las textileras y fábricas que dedicaban a generar productos cotidianos.

ESTE DESPEGUE industrial genera una nueva manera de entender el mundo laboral. En ese momento existe una industria donde el trabajador mexicano se puede emplear, el primer impacto se da en las ciudades, aunque poco a poco el trabajo industrial se transfiere a el campo donde el campesino es empleado en la construcción de los caminos de hierro y después en la generación de talle­res del ferrocarril, más adelante vemos que para 1900 hay empleados para las estaciones de tren y diferentes fábricas a lo largo de los estados de la República.

EL PROCESO no es nada sencillo, los patrones estadounidenses se quejan de las actitudes de los empleados mexicanos, quienes no respetaban las jornadas que les imponían, es más, sólo juntaban su paga ne­cesaria para sus necesidades familiares y no regresaban a completar sus días completos. A esta situación no ayudaba el trato que se daba a los trabajadores mexicanos donde no se respetaban sus derechos laborales y se les hacía trabajar jornadas extremas, por eso muchos huían en trabajar algún empleo industrial. El gobierno de Porfirio Díaz dio mucha preferencia a las empresas extranje­ras, sobre todo por el beneficio económico que traía a México, dejando de un lado a los empleados mexicanos que reciben un trato indigno del Estado al permitir situaciones como la masacre de Cananea en 1906 [2].

ESTA SITUACIÓN favoreció que las empresas extranjeras contratarán con enga­ños o a la fuerza la mano de obra necesaria para la construcción de la red ferroviaria en el país. Después de la década de 1880 el trabajo ferrocarrilero se fue asentando y no necesito tanta demanda en la cuestión de construcción. A partir de 1900 el trabajo en la industria de los ferrocarriles se concentró en los talleres y en las diversas estaciones de tren que se encontraban a partir de entonces a todo lo largo de toda la nación.

EL TRABAJO en las maestranzas ferro­carrileras adquiría una identidad didáctica, los obreros no se limitaban a operar las máquinas, sino que aprendían diferentes oficios dentro de los talleres, desde la carpintería hasta el manejo de minerales y balconería; trabajos que les servían incluso si en algún momento dejaban de laborar en la maestranza ferrocarrilera.

AL INICIO de 1900, el trabajo obrero al estilo norteamericano se va normalizando, jornadas completas, se van formando los primeros sindicatos de trabajadores que adquirirán aún más importancia a partir de 1906 con la conformación de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM), esto no es ajeno a la lucha de los trabajadores mexica­nos que luchaban sobre todo a la igualdad de sueldos y de derechos frente al personal extranjero (sobre todo de origen estadouni­dense) que laboraba en las empresas mexi­canas, quienes tenían mejores sueldos y más responsabilidad debido a los primeros años en los que se dificultó contratar personal mexicano y hacerlo de confianza.

CONFORME FUERON pasando los años del siglo XX el trabajo obrero en el ferrocarril y en las diversas fábricas se fue haciendo algo cada vez más cotidiano y normal, con miles de sindicatos obreros que figuraban en el territorio. Podemos decir que el trabajo en el ferrocarril fue precursor del trabajo obrero como lo entendemos hoy en día. Además de que la adaptación a este tipo de empleo laboral fue un proceso lento y difícil para la cultura mexicana.

Referencias Bibliográficas:

  1. Kuntz Ficker, Sandra, La expansión ferroviaria en América Latina, El Colegio de México, México, 2015, p. 67.
  2. Guajardo Soto, Guillermo, Trabajo y tecnología en los ferrocarriles de México: Una visión histórica, 1850-1950, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 2010, pp.209.

*Historiador y escritor de origen aguas­calentense. Egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Aguascalientes