Por Adrián Gerardo Rodríguez Sánchez*

Andrés Manuel López Obrador, apuesta por la paz (Foto: Archivo/ Andrea Murcia/ Cuartoscuro)

Andrés Manuel López Obrador, apuesta por la paz (Foto: Archivo/ Andrea Murcia/ Cuartoscuro)

TANTO ATEOS como religiosos están estupefactos: AMLO busca que las iglesias participen dentro del proyecto de paz y reconstrucción del tejido social de la Cuarta Transformación. Para los primeros, este intento es una violación clara a la laicidad del Estado mexicano; los segundos temen que se les use para fines políticos.

Por lo pronto, el presidente ya modificó el Reglamento Interior de la Secretaría de Gobernación, específicamente en lo que respecta a las atribuciones de la Subsecretaría de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos, en cuyo inciso XIX del artículo 83 reza ahora que su tarea es: “Proponer y coordinar estrategias colaborativas con las asociaciones religiosas, iglesias, agrupaciones y demás instituciones y organizaciones religiosas, para que participen en proyectos de reconstrucción del tejido social y cultura de paz”.

COMO YA se apuntó, para los más radicales del bando político anticlerical, esto les parecerá un retroceso total; una forma de volver al siglo XIX, cuando la Iglesia católica determinaba la política nacional, en detrimento del progreso social de las mayorías. Sin embargo, como se ha dicho extraoficialmente, en esto no sólo participa la iglesia Católica, sino variadas: desde la evangélica y anglicana hasta la budista y judía. Además, no se trata de involucrar a las iglesias en la política, para que los religiosos vuelvan a tener derecho al voto o que se postulen a puestos de elección popular. Se trata de aprovechar el conocimiento del desarrollo comunitari –que nadie puede negar que poseen las iglesias y sus asociaciones– para usarlo a favor de la reconstrucción del tejido social en las zonas de mayor conflicto.

CON UNA tendencia a la alza en muertos (que viene constante desde el sexenio de Enrique Peña Nieto) el gobierno de la Cuarta Transformación sabe que las medidas para la pacificación del país requiere tácticas inéditas, ya sucedió con la aprobación de la controversial Guardia Nacional. Quienes ahora aborrecen la medida sobre la participación de las iglesias en el proyecto, en nombre de la pureza legislativa e histórica, señalando que las iglesias y el Estado tiene sus propias áreas de actuación, omiten lo que en otro momento insistieron con perspicacia: el Estado mexicano ha sido rebasado por el crimen organizado en una parte no nimia del territorio nacional. Parece, por lo tanto, necesario unir fuerzas para sacar el buey del barranco.

DESDE MI poca experiencia, puedo comprender en parte esta estrategia del presidente. Hace siete años me tocó estar al frente de un proyecto municipal dirigido para jóvenes de colonias socialmente vulnerables. Se trataba reducir los índices de violencia entre ellos, impartiendo talleres de cultura de paz, a los que decidimos incorporar talleres de arte e historia. Fue difícil llegar a los jóvenes, pero el principal problema al principio fue tratar de darnos a conocer en las colonias. Alguien me aconsejó que me acercara a las parroquias y hablara con los padres, les explicara el proyecto y me permitieran dirigirme a los feligreses para difundirlo. La estrategia resultó efectiva. Como jefe del proyecto, me tocó hablar durante las misas, al frente de cientos de personas, para dar a conocer los talleres. Sin esa estructura eclesiástica preestablecida, hubiera sido difícil arrancar.

ESTOY SEGURO que si hace siete años hubiera existido un acuerdo nacional sobre colaboración entre las iglesias y el Estado para llevar a cabo actividades culturales dirigidas a reducir la violencia en nuestra sociedad, aquel proyecto hubiera sido aún más efectivo e incluso quizá hubiera encontrado canales para seguir funcionando de manera independiente.

*Historiador