Por Monserrat Vázquez*

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil

EL PRIMERO de enero de 2019, Jair Bolsonaro tomó posesión como presidente constitucional de Brasil. Ganó la elección con una votación del 55.21 por ciento frente al 44.79 por ciento de Fernando Haddad, perteneciente al Partido Laborista que a rastras trata de recuperarse de los escándalos de corrupción, de la destitución de Dilma Rousseff y de una condena por peculado a Lula Da Silva. En Brasil, las elecciones se llevan a cabo en dos vueltas, donde en la primera Bolsonaro obtuvo 47 millones 277 mil 10 votos mientras que en la segunda obtuvo casi ocho millones más llegando a 57 millones 797 mil 847 votos.

EL LEMA de Bolsonaro en campaña fue “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Si bien la cuestión religiosa ya se había llevado a cabo en campañas recientes de los partidos conservadores en América Latina, jamás había ganado una con tal margen en una elección federal; además dejando dividido el mapa político en dos, donde resulta interesante que las provincias cercanas al Atlántico hayan elegido a Fernando Haddad, mientras que las provincias continentales incluyendo Amazonía, que cuenta con la mayor extensión de la selva amazónica dentro del país, haya elegido al presidente de ultraderecha, quien abiertamente ha dicho que propiciará la agricultura en la selva.

EL PROBLEMA de la inseguridad en Brasil fue abordado con decisiones demagogas y fuera de cualquier análisis. En un estudio reciente realizado por la ONG Front Line Defenders, Brasil y Colombia fueron los países donde más activistas ambientales fueron asesinados, contando a 156. Esta ola de violencia también llegó a zonas urbanas y población homosexual y trans. Ese año, fueron asesinados 65 mil 880 brasileños, un promedio de 175 por día. El diagnóstico de esta Organización es que son estos grupos ultraconservadores quienes perpetúan los ataques y asesinatos ante la población más vulnerable y defensores de la Selva del Amazonas.

UN RÉGIMEN democrático constituido bajo un Estado de Derecho supone la separación de poderes de los derechos y libertades del ciudadano, así también el Estado debe procurar y garantizar el acceso a éstos. Bolsonaro fue electo bajo una crisis de corrupción del Partido Laborista, una agravada crisis económica y una trágica inestabilidad institucional. Sin embargo, elegir a un militar para “salvar” a Brasil de la incertidumbre es la decisión más inverosímil; el vicepresidente, un ex general del ejército, no ha descartado la instauración de un régimen militar donde la Constitución habría de reformarse.

EL DISCURSO de Bolsonaro, cobijado por las élites, constituye el cúmulo de esfuerzos de los ultraconservadores por retornar al pasado militar y autoritario de la derecha en América Latina. Basta con recordar la forma tan estrafalaria que tiene Bolsonaro de referirse a la oposición (delincuentes rojos) y hacer apologías de sus asesinatos, de azuzar las cuestiones raciales, de llamar a la violencia en un país con los índices más altos de inseguridad, de facilitar el acceso a las armas por parte de los ciudadanos.

ESTO FUE advertido con un candidato similar, quien también ganó la elección presidencial ante el desgaste del sistema político y el retorno a los discursos de odio, xenófobos y racistas; así como a la añoranza del impenetrable Status Quo: Donald Trump. Un personaje como Bolsonaro pone en peligro el papel protagónico de una de economías más grandes de América, crucial para el desarrollo de la región; así como de la defensa y protección de los recursos naturales y el respeto a la autodeterminación de los pueblos amazónicos originarios, garantizar derechos humanos fundamentales, así como del acceso a la impartición de justicia y legalidad.

*Politóloga