¿Cómo Trabajan los Historiadores? Primera parte: Las Fuentes o Sobre la Materia Prima de la Historia
Por Luis Arturo Sosa Barrón*
“El clionauta reconstruye las acciones humanas del pasado a través de cicatrices terrestres, cadáveres, tumbas, monumentos, leyendas y dichos de transmisión oral, supervivencias, documentos y libros…”
Luis González y González, El oficio de historiar, México, Clío-El Colegio Nacional, 2004, Obras Completas de Luis González y González, Tomo I, p. 87.
CON LA quinta entrega de Crítica damos inicio a una pequeña serie no regular en donde explicaremos en qué consiste y cómo es el trabajo de los historiadores, con el objetivo de que el público, que por diferentes razones le sea ajeno el proceder de los oficiantes de Clío, pueda conocerlo y sobre todo entenderlo, para que de esa forma comprenda el por qué es un actor importante en la sociedad contemporánea, por lo que hoy abordaremos el caso de la materia prima del taller del historiador: las fuentes.
¿QUÉ SON las fuentes o qué entender por fuentes? Se le denomina fuente a todo vestigio o huella que pueda permitir al historiador rastrear actos del pasado, que a su vez le permitirán reconstruirlo para confeccionar una historia, porque hay que recordar que los historiadores hacen historias, puesto que la confección de su versión de los hechos corresponde a muchos factores que parten desde su experiencia misma en la sociedad, por lo que no hay una sola historia sino historias.
AHORA BIEN, ¿todas las fuentes son iguales? Sí y no. Son iguales en tanto que todas nos pueden brindar información sobre el pasado, mientras que son diferentes si nos basamos en su soporte: documentales, bibliográficas, hemerográficas, pictográficas, digitales, audiovisuales, etcétera. Algunos ejemplos por orden de mención podrían ser: testamentos, memorias, panfletos, murales, tuits, películas, etcétera.
ENTONCES, ¿CÓMO sabe el historiador qué fuente debe utilizar? Esto se condiciona en primer lugar por el tema que desee investigar, por ejemplo, si nuestro oficiante de Clío busca conocer cómo se manejaba la esclavitud en el periodo virreinal en México, una fuente que le sería de utilidad sería el testamento, puesto que en ellos los propietarios al sentir cercana su muerte hacían un listado de bienes que buscaban legar a alguien de su confianza o en su defecto a alguna institución normalmente piadosa, por lo que no va a ser extraño encontrar una relación detallada de pertenencias, entre las que figuraban los esclavos, pues recordemos que normalmente aquel que testaba era quien poseía ciertas pertenencias.
EN SEGUNDO lugar, el historiador debe tomar en cuenta la disponibilidad de material, ya que el hecho de conocer el tema que se desea trabajar así como las fuentes que puede y debe consultar no asegura que se podrá llevar a cabo, ya que a lo largo de la historia por el impulso de la misma y de los acontecimientos se han perdido gran cantidad de fuentes, un ejemplo de ello es a lo que nos enfrentamos los historiadores que nos formamos en el estado de Aguascalientes, México, ya que durante el convulso contexto de la Guerra de Reforma y la Segunda Intervención Francesa, el archivo civil municipal fue incendiado por un gavillero local de nombre Juan Chávez, o en su defecto, por cuestiones de conservación de un acervo a veces no puede consultarse.
FINALMENTE, UNA vez que el historiador ha definido las fuentes a utilizar y que se ha asegurado que se pueden revisar, procederá a hacer un ejercicio de análisis crítico, que a grandes rasgos se trata de que el historiador con base en su conocimiento y experiencia analice la veracidad de las mismas, ya sea en su origen o en el discurso que plantea, veamos un ejemplo:
“TENGO A la mano un lote de cartas de otorgamiento de la Edad Media. Algunas están fechadas, otras no. Donde figura la indicación será necesario comprobarla, porque la experiencia prueba que puede ser falsa. Sin falta, lo que importa es restablecerla. En ambos casos servirán los mismos medios: por la escritura –si se trata de un original–, por el estado de la latinidad, por las instituciones a las que hace alusión y el aspecto general del dispositivo. Se puede suponer que un acta concuerda con los usos notariales conocidos de las proximidades del año 1000; si el documento se da como de la época merovingia, el fraude queda al descubierto. ¿Carece de fecha? Por los medios anteriores la hemos establecido aproximadamente. De la misma manera, el arqueólogo, si se propone clasificar por edades y por civilizaciones herramientas prehistóricas o descubrir falsas antigüedades, examina, confronta, distingue las formas o los procedimientos de fabricación, opera según reglas absolutamente semejantes”. (1)
AHORA BIEN, incluso si tras este riguroso examen se verifica que la fuente ha sido falsificada ¿Pierde valor? Sí y no. Sí en el estricto sentido de que no podemos recurrir a ella para nuestra investigación principal y no porque el indagar sobre las razones que llevaron a que se hiciera la falsificación nos pueden permitir entender aún más el problema que queremos dilucidar, veamos otro ejemplo:
“PROBAR, SIN más, que el célebre diploma de Carlomagno en favor de la iglesia de Aquisgrán no es auténtico es simplemente ahorrarse un error, pero no adquirir un conocimiento. Pero, si al contrario, logramos determinar que el fraude fue compuesto entre los que rodeaban a Federico Barbarroja, y que tuvo por motivo servir sus grandes sueños imperialistas, se abre un amplio panorama sobre vastas perspectivas históricas”. (2)
ASÍ MISMO, cabe hacer mención que las fuentes al ser producto directo o indirecto del obrar humano, están cargadas con ciertas intenciones que el historiador debe saber descifrar, para finalizar esta entrega veamos un último ejemplo:
“LA BATALLA de Torreón fue ganada cinco veces por los federales según los periódicos de la Ciudad de México. Sí eres un cultivador de documentos, tendrás que escribir una historia dónde Villa perdió la batalla de Torreón. Si lees los documentos con mirada que muchos historiadores practican, de ‘aquí está la verdad rebelada’, te vas a tirar de risa. Se mienten los papeles con tanta alegría como se mienten los no papeles. Si das por hecho que las confesiones de Hidalgo fueron obtenidas sin presión, métete en el cuartito dónde estaba viviendo en Chihuahua, que lo puedes ver y ves si no era presión, más la amenaza de fusilamiento, más el miedo de haber perdido la revolución. La historia es un proceso de reescritura continua”. (3)
Notas
1. Bloch, Marc, Introducción a la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 2012, Breviarios, N° 64, pp. 90-91.
2. Ibid., p. 94.
3. https://www.youtube.com/watch?v=mT1oqbStixY Primera sesión de un curso de historia de México organizado por la Brigada para leer en Libertad con fecha de 25 de enero de 2018, las palabras citadas de Paco Ignacio Taibo II corresponden a partir del minuto 1:48.
* Pasante de Historiador por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Entre las líneas temáticas de su interés se encuentran: La Historia Social, la Historia Cultural, la Teoría y Filosofía de la Historia y la Historiografía. Particularmente se ha interesado por los temas de la Muerte, Campesinos y Obreros, Drogas y la Función Social del Conocimiento Histórico.
luisarturosb1992.historiador@gmail.com