Las palabras se las lleva el viento y terminan sepultadas en el panteón del olvido, en cambio lo escrito perdura a través del tiempo.
Un ejemplo es lo que hace un poco más de 10 años, escribió, sobre el “locutor despreciable”, el flamante Secretario de Educación, Otto Granados Roldán.
Hoy, que “La Víbora” Morales avienta mierda a todos los medios de comunicación y periodistas, incluso a su propio padre, al que le dice anciano senil, y acusa de vendidos, reproducimos para el lector de TRIBUNA LIBRE, la opinión del connotado político y escritor aguascalentense.
Corre y se va:
UN LOCUTOR DESPRECIABLE…
Desde hace varios años un creciente grupo de lectores, ciudadanos y especialistas en medios de comunicación ha venido planteando la necesidad de cambiar el tipo de periodismo que algunos vienen practicando con la finalidad de que la vida pública del país y del estado mejore en consonancia con los avances graduales que, mal que bien, registra la democracia y la transparencia en México.
Sin embargo, a contrapelo de esa urgencia, ciertos locutores se empeñan en llevar sus distorsiones mentales y las costumbres en que se formaron –la mentira, el chantaje, la calumnia y las canalladas– al ámbito de su trabajo profesional y, por tanto, al tipo de periodismo que suelen hacer cotidianamente.
En este sentido, probablemente a nivel local el ejemplo más despreciable es el que protagoniza el joven José Luis Morales (JLM) que mantiene un programa de radio en una estación local.
Más allá de su esquizofrenia personal –afirmar que es “la verdad” en el micrófono prestado por “papi”– o de sus cursilerías –entrevistar a su hijo, por ejemplo–, JLM ha convertido el espacio radiofónico que maneja en un instrumento para engañar, difamar y torcer la realidad todos los días en función de sus penurias económicas, su estado de ánimo o sus desequilibrios psicológicos.
Estos días ha dado una muestra más de ello al citar supuestos rumores – que, por ende, no puede comprobar ni verificar– en los que “dice que le dijeron” que el autor de estas líneas está relacionado con las elecciones municipales de este año.
Al margen de esta mención en particular –a las que, siendo una figura pública, estoy ya bastante acostumbrado– la cuestión medular es analizar cómo este tipo de personajes dañan la atmósfera citadina, ofenden a la más elemental inteligencia, destruyen cualquier atisbo de profesionalismo en los medios y pervierten, desde luego, el sentido ético básico que el trabajo mediático debiera considerar.
Son tres los problemas torales que afectan a JLM y dañan a sus oyentes: el coeficiente intelectual, la ilegitimidad profesional y la carencia absoluta de autoridad moral.
Veamos cada uno.
Cualquiera que haya seguido de vez en cuando sus emisiones o lo haya tratado en alguna ocasión, concluirá inevitablemente que JLM padece un tremendo complejo de personalidad derivado, entre otras cosas, de un precario coeficiente intelectual.
Dicho en buen castizo: la inteligencia no es lo suyo.
Uno de los reportes habituales que hace el personal de Gobernación comisionado en el estado, describía a JLM hace unos años como alguien con “serios conflictos mentales” debidos, en parte, a los excesos que, según afirma el reporte, lo condujeron en varias ocasiones a los separos de distintas corporaciones policiacas, a veces por escándalos etílicos o vinculados a estupefacientes, a veces por su conducta violenta, pero en todos los casos en un claro estado de irracionalidad e inestabilidad.
Algunos de sus antiguos vecinos dicen recordar aún alguna ocasión en la que, fuera de sí, introdujo una vaca a un domicilio particular del sur de la ciudad.
Lo llamativo de esta historieta personal es que nadie lo cita por su inteligencia, preparación, dedicación o rectitud, sino por cosas mucho más innobles pero que lo describen con fidelidad.
La segunda tara de JLM tiene que ver con una especie de ilegitimidad digamos profesional.
Alguna vez un respetado profesor del IPADE afirmó, en una charla sobre empresas familiares, que con frecuencia era más barato y menos deshonroso tener a los hijos fuera de los negocios, entre otras razones, porque lo único que éstos dejaban eran vergüenzas.
JLM es el ejemplo típico.
A juzgar por su biografía escolar –una educación básica atropellada y escandalosa, una licenciatura modesta y una formación más bien aldeana–, es difícil pensar que alguien con tales credenciales académicas hubiera encontrado trabajo en una empresa que no fuera la familiar.
En cualquier otra no habría pasado de limpiar sanitarios y, quizá, los profesionales de esta rama lo habrían echado.
Ello no obstante, JLM usa un micrófono que, en sentido estricto, no es suyo, para pisotear las normas mínimas del profesionalismo, de la decencia, del rigor periodístico que reza, simplemente, que los hechos hay que documentarlos y comprobarlos, cosa que jamás le ha pasado por la cabeza al locutor de marras.
La conclusión es que si de algo debiera Aguascalientes avergonzarse es de tener en uno de sus informativos radiofónicos a alguien que ha hecho del periodismo canalla, como decía el gran reportero norteamericano Tom Wolfe, su catadura ética y un estilo de vida.
Y la tercera cuestión es que JLM no tiene ninguna autoridad moral para criticar absolutamente a nadie.
Durante los años de la administración 1992-98, JLM se distinguía por ser el más dócil, obsequioso y puntual para atender las órdenes que le daba la oficina de prensa del gobierno.
Unas veces por miedo y otras, desde luego, por dinero. Algunos ejemplos:
1. El 29 de mayo de 1997, a las 13:04 hrs, la Secretaría de Finanzas le cubrió, a su solicitud, mediante tarjeta de crédito Banamex, la cantidad de 2,370 pesos para pagarle la tenencia de un auto VW Golf, 4 puertas, placas AAP 9998, y tarjeta de circulación folio # 069770, de su propiedad.
2. El 4 de julio de 1997, so pretexto de que se casaría el mes siguiente, JLM pidió a Finanzas una “ayuda” de 5,250 pesos, los cuales le fueron entregados con cheque a su nombre, número 0027613 de Banco Mexicano. Jamás los devolvió por supuesto.
3. El 14 de agosto de 1997 se le pagaron dos boletos de avión, uno a su nombre y otro al de su esposa, Liliana Jiménez, para la ruta Aguascalientes- Los Ángeles-Aguascalientes, con un costo de 15,902 pesos, expedidos por Turismo Guedimin con recibo de caja número 23664. Ambas personas volaron en Aeroméxico el 16 de agosto, en el vuelo 496, y regresaron el 23 del mismo mes en el vuelo 497.
4. El 27 de noviembre de 1997, JLM firmó de su puño y letra un recibo en el que se lee lo siguiente: “Recibí de la Dirección General de Información y Prensa (del gobierno estatal) la tarjeta de circulación del vehículo automotor Chevy Joy, 5 puertas, modelo 1996, correspondiente al pago de tenencia y control vehicular del propio vehículo (sic), realizado por la secretaría de Finanzas del Gobierno del estado a solicitud expresa del Lic. José Luis Morales Peña, Director Gerente de la Casa de la Radio y propietario del mismo, resultando un importe de 2,314 pesos”.
La firma de JLM aparece al calce y se anexa el documento mencionado. Por si estas sinvergüenzadas del que ahora se presenta como adalid de la verdad fueran pocas, además de pequeño chantajista, es también mala paga.
Hace años, JLM me pidió que hiciera comentarios editoriales en su programa de radio; colaboré breve tiempo y lo dejé porque JLM violó los términos del acuerdo que era pagar dichos comentarios.
El 18 de noviembre de 2002, a las 12:33 hrs., me envió un email que dice literalmente:
“Apreciable Lic. Granados: He incumplido con el pago convenido. Al día de hoy le debo aún 3 colaboraciones. Esto ha ocurrido por circunstancias propias de una limitación económica que será resuelta a la brevedad. Quiero reiterarle mi interés por continuar con sus muy interesantes colaboraciones.
Sólo permítame ponerme a mano para no quedarle mal. Espero seguir contando como siempre con su apoyo.
Atentamente.
Lic. José Luis Morales Peña.
Director de Radio Universal”.
Desde luego, dejé de participar en esa emisión.
En conclusión: JLM simboliza a la perfección el tipo de periodistas que no merece Aguascalientes: despreciables, mediocres y mentirosos.