El Hombre de la Luna
Por Carlos Alberto Sánchez Villegas
EL ASTRO rey de nuestro sistema solar hacía rebotar sus rayos de luz por todos los confines de los planetas y asteroides que lo rodean. En la mayoría de este enorme espacio reina una tranquilidad y un silencio absoluto, la luz lejana de aquellas estrellas es más perceptible y brillante en el espacio, lástima que en su abrumadora mayoría los seres humanos jamás podremos ser testigos de semejante espectáculo.
EN UNO de esos cuerpos en movimiento alrededor del Sol se encontraba un hombre, para ser más exactos en el satélite terrestre que conocemos como luna, si aquí podemos vislumbrar a nuestro protagonista equipado con su traje espacial y un semblante pensativo. No se sabe qué tipo de nave lo dejó varado en aquel cuerpo celeste, solo se sabe que ya son años de su exilio, de su abandono; aún menos se sabe él porque no ha intentado escapar de aquella soledad. Sus días, su tiempo lo ocupa en pensar y pensar.
EL HOMBRE de la luna es originario de ese planeta que tiene ante sus ojos llamado tierra, pero nadie sabe de qué época y en qué tiempo vivió, para ser más exactos ni él mismo sabe esto, solo sabe que un gran dolor lo envuelve cada vez que fija sus ojos en este planeta y no solo de recordar su pasado sino de ver el futuro que ahoga a sus semejantes humanos, llenos de problemas bélicos, egoísmo y maldad.
LOS PRIMEROS años de su estancia en la luna los dedicó a recorrer palmo a palmo el satélite, terminó por aprenderse cada rincón, cada roca, cada cráter que constituía este cuerpo celeste. Durante este primer tiempo su mente se ocupó en explorar y conocer más sobre su nuevo hogar sin que ningún otro pensamiento invadiera su mente, pero una vez que lo conoció todo, sus pensamientos se fueron fijando cada vez más en su hogar terrestre y en el sufrimiento de humano.
A DIARIO escogía una roca diferente en la cual se sentaba para observar hacía la tierra. Había cosas que le preocupaban de sobremanera, por ejemplo, que el hombre perdiera cada vez más la fe, y no solo el hecho de perder la fe en un Dios, sino en perder la fe en sí mismo, en la propia naturaleza humana, el hombre ya no creía en nada. Los conceptos de libertad, paz, fe, armonía, estaban perdiendo todo su significado. El hombre de la luna que alguna vez había soñado con volver a su hogar ahora prefería pasar toda su eternidad en aquel mundo solitario a volver a un mundo donde se había perdido toda esperanza.
UNA DE las cosas que más indignaban a nuestro protagonista era el hecho de que el ser humano volteara hacía arriba pensando llegar a Marte y a todo el sistema solar cuando su propio planeta estaba casi totalmente destruido, cómo podía ser el hombre tan egoísta con su propio mundo, con su propio hermano. Así es el hombre de la luna presenciaba desde las alturas el destino cada vez más incierto de la raza humana.
ASÍ QUE pensando en esto por años el hombre de la luna decidió pasar el resto de su existencia en soledad en aquel entorno frío que, sin embargo, ofrecía la hermosura de las estrellas y la cercana de los demás cuerpos celestes, una soledad que también ofrecía una especie de paz para el alma, el tiempo había deteriorado su traje espacial, pero no su fe en sí mismo y en aquel grano de esperanza que tenía aún sobre sus hermanos humanos y en la tierra, tal vez si estos un día recuperarán su fe él podría regresar a su hogar.
*Historiador, escritor y columnista. Egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.