Por Jordi Oriola Folch

Cataluña siempre ha querido recuperar su soberanía plena, pero ha sufrido imposición y represión constantemente/Fotos: Albert Salamé y Assamblea Nacional Catalana
Como cada 11 de septiembre, el movimiento independentista de Cataluña conmemora que, en esa fecha de 1714, Cataluña perdió heroicamente la guerra contra Castilla y quedó sometida contra su voluntad: sus instituciones, más democráticas que las castellanas, fueron abolidas; su confederalismo respetuoso entre Cataluña, Islas Baleares, País Valenciano y Aragón, pasó a ser una simple y empobrecedora dependencia de Madrid; su lengua catalana, con una literatura riquísima y un vivísimo uso popular, fue prohibida y perseguida; el comercio hacia el Mediterráneo dejó lugar a la conquista de América; miles de catalanes fueron humillados haciéndoles destruir sus propias casas y otros miles fueron asesinados sin misericordia. Cataluña nunca ha aceptado esta situación y siempre ha querido recuperar su soberanía plena, pero ha sufrido imposición y represión constantemente. Ahora España está dentro de la UE y presume de ser una supuesta democracia, por tanto no quedaría bien que bombardeara y sometiera a Barcelona como lo han hecho en el pasado, por eso, desde 2010 ha aflorado un potente movimiento independentista que, cada 11 de septiembre, ha organizado las mayores manifestaciones multitudinarias de Europa. Este 11 de septiembre se realizaron tres grandes manifestaciones a lo largo del territorio: Barcelona, Girona y Tortosa.
Estas manifestaciones, a pesar de ser multitudinarias e impensables en otras latitudes, tuvieron dos hechos destacables: En negativo, hubo algo menos de afluencia que antes del referéndum de 2017 (esto puede considerarse normal teniendo en cuenta que han sido 15 años consecutivos de manifestaciones multitudinarias), y en muy positivo, cada vez se manifiesta más gente joven. Jóvenes que no pudieron votar en el referéndum de 2017, pero que tienen muy interiorizado que Catalunya necesita liberarse de España si quiere persistir y tener un mejor futuro. Perciben claramente que el Estado nos considera una propiedad y nos trata como una colonia.
El independentismo debe encontrar la forma de superar la negativa española a permitir una salida democrática (porque saben que Catalunya votaría marcharse). España quiere obligarnos a pertenecer a su Estado por la fuerza, algo que es injustificable en democracia. Al mismo tiempo también estamos decepcionados con la UE que ha permitido el abuso español: España intenta minorizar la lengua catalana para que el castellano acabe siendo la lengua que se hable en Cataluña, también estrangula la economía catalana, disminuye la financiación para las infraestructuras y los servicios sociales catalanes, coacciona la política catalana, persigue judicialmente a los activistas independentistas, organiza operaciones clandestinas para derrotar el independentismo catalán, espía ilegalmente, infiltra policías, etc… Todo esto hace que la solución política parezca más complicada, pero al mismo tiempo hace insufrible, sobre todo para los jóvenes, la imposición española y muchísima gente ya vive mentalmente fuera de España, ajenos a los elementos aglutinadores del nacionalismo banal español.
Y es que España no quiere solucionar el conflicto sino que pretenden que aceptemos como inevitable el status quo, pero los catalanes somos hijos de una de las más grandes naciones medievales que dominaba el Mediterráneo y nuestro anhelo de libertad es inquebrantable. Por eso a pesar de las continuas oleadas migratorias que han llegado a nuestro país, últimamente con índices que son de los más altos del mundo, se ha logrado que esta inmigración se haya integrado en el pueblo catalán en vez de diluirlo y hacer desaparecer la lengua catalana. Tarde o temprano, España deberá aceptar que hoy en día no puede mantener a Catalunya en cautividad en contra de su voluntad. El anhelo de libertad del nacionalismo catalán, que es resistencialista, ya sería motivo suficiente para justificar la necesidad de libertad, pero es que, además, la sociedad catalana tiene unas maneras de ser y hacer demasiado diferentes de las de Madrid, en la que, alrededor de la monarquía y de un nacionalismo español agresivo y dominador, se articula una clase económica extractiva que vampiriza todo el estado en beneficio propio. Por eso hay que saber que Catalunya no dejará de luchar hasta conseguir ser libre.