“Evitemos ser Agresivos con Nuestras Palabras, Nuestros Gestos”

Por Benny Díaz

Fotografía relevante a la nota.

Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Correo Diocesano)

“Jesús niño trae paz al mundo, desafortuna­damente ese año se viven conflictos: guerras en distintas regiones del planeta, vivimos con extorsión, impunidad, muerte, mentira y falsedad en nuestro país”, fue parte del mensaje del obispo Juan Espinoza Jiménez en su homilía de Navidad en Catedral.

“Desencuentros, conflictos con la familia o nuestro corazón es lo que hay en muchas ocasiones, la Navidad es un regalo inmenso de paz y sol que Jesús, al nacer, vino a traer a los hombres y mujeres de buena voluntad”.

La buena noticia que se da en el Evangelio es que “el niño ha nacido para traer luz en medio de pobreza, humildad como muestra del gran amor de Dios al mundo. Por eso hay que preguntarnos si realmente en nuestro tiempo hay una verdadera buenaventura en Navidad, que los regalos son los dones que Jesús niño, con su nacimiento sea un acontecimiento místico y espiritual para el mundo entero y que se haga reflexión sobre esos regalos especiales como portador de paz.

“Podemos ver la imagen del recién nacido, porque hay ternura y paz. En un bebé no hay violencia ni un corazón armado, no hay con­tradicciones ni esa fuerza de choque frente a los demás; no, hay paz y reconciliación, porque duerme con placidez, gozosamente en los brazos de su padre o madre”.

Espinoza Jiménez hizo un llamado para que nos “desarmemos desde el corazón y evitemos seguir siendo agresivos con nuestras palabras, nuestros gestos. Somos hermanos en Cristo y las personas con las que compartimos no son nuestros enemigos ni adversarios, recibamos como gran tesoro la Navidad”.

El segundo regalo que Jesús quiso dar al encarnarse y volverse hombre es “el perdón. Vino a reconciliar el pueblo elegido, que es el de Israel, con el pagano. Como diría San Pablo: vino a derribar el muro que dividía y que era el odio, para eso entregó su vida y derramó su sangre para que perdonemos las ofensas. Cuando muere en la cruz lo hizo clamando perdón por aquellos que clamaban por su muerte porque no sabían lo que hacían”.

Todo esto aplicado en la actualidad se traduce en que “no perdonamos a nuestro hermano por orgullo, amor propio herido, incapacidad de reconocer que la otra per­sona puede estar en descontrol emocional o verbal cuando dijo o hizo lo que no debía. No vale la pena guardar rencores porque es el peor negocio para la vida eterna, enferma el corazón y daña el cuerpo, hay un deterioro en nuestra vida que nos quita el dormir tran­quilamente, nos roba la paz del corazón”.

Exhortó a la feligresía y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a que “pidamos la gracia altísima de perdonar, sobre todo a aque­llos familiares y amigos que se han equivocado con nosotros, hagámoslo desde la gracia del niño de Jesús para otorgarles ese perdón”.

El purpurado resaltó que “Jesús vino a perdonarnos, sanarnos la vida, vino a habitar entre las familias, estar con nosotros en el seno del hogar. Él lo hizo al contar con un papá y una mamá como fueron José y María, con quienes vive por 30 años en el seno de una familia judía. Quiso tener una madre en su vida y también un padre adoptivo que lo acompañó en su formación como buen niño judío y volvemos a la familia, no a esa fiesta con amistades, ni encuentros sociales, eso dejémoslo para otro día. La Navidad es una fiesta de familia.

“Jesús no nace solamente en el corazón, hay que dejarlo que lo haga en el seno de nuestro hogar, nuestra comunidad, sin egoísmos que nos cierran a nosotros mismos y nos impide decirle al otro lo importante que es en nuestra vida, también es demostrarlo y no encerrarnos en nuestro propio mundo con el celular, ta­bleta, computadora, televisión o videojuegos.

“Hay que abrirnos al amor, abracemos la caridad al hacernos cargo de nuestra familia, nuestro seminario y la caridad hay que hacerla sin medida y dar regalos como paz, perdón, estar con los que queremos y compartir sin egoísmos, que haya comunicación, sin orgullo, sino con humildad y sencillez; ese es el gozo para el recién nacido en Navidad”.

“Todo lo demás: luces, árbol, música a veces con contenido altisonante y sonido estridente; co­mida abundante, regalos materiales, todo aquello que sólo es exterioridad no da sentido a nuestras familias y comunidades, porque podemos hacerlo, pero si no hay paz, ni perdón, no hay amor”.

Hizo una invitación a contemplar por un ins­tante el nacimiento de Jesús desde el momento en que los pastores dieron la buena noticia de que había nacido el salvador, pero lo hizo en un pesebre y como hace 800 años, San Francisco de Asís hizo esa representación recreando ese pesebre, en Italia, para mostrar esa escena en donde Dios hecho hombre vino al mundo en total pobreza y siguió un camino de humildad que lo conduce a un camino de cruz para hacerse uno con aquellos más necesitados.

“Ojalá nosotros podamos contemplar ese misterio y ayudar a las personas más necesita­das y pobres, aquellas que están enfermas, en senectud, a los familiares que están tristes por alguna necesidad y mostrarles el amor de ese niño que vino al mundo para ser luz, alegría, gozo y caridad”.