Pide Fijarse en “Hombres Austeros, Sencillos y con Lenguaje Propio”

Por Benny Díaz

“Nosotros solos no nos salvamos, es Jesús la luz y hay que tener una vida de servicio, coherencia, humildad, dar testimonio, ayu­dar a los demás y no sólo en Navidad, todo el año, como lo hizo Juan Bautista quien predicaba, pero dejó claro que él no era el mesías”, recordó el obispo Juan Espinoza Ji­ménez en su homilía dominical las palabras del Papa Francisco en el Ángelus.

“Hay quienes invierten millones y mi­llones de pesos en apariencias, discursos que piensan tener solución para todos los problemas de la vida, hay que tener mucha atención en los hombres que en verdad son austeros, sencillos y tener un lenguaje pro­pio, como Juan Bautista quien instó a todos a seguir a Cristo, debemos tener cuidado a quien seguimos, porque no somos mesías y no podemos salvar, pero sí dar testimonio de fe en las decisiones de todo aquello que po­demos proponer por el bien de la sociedad.

“El mundo conoce distintas alegrías ba­ratas, a veces tampoco lo son tanto, porque cuesta comer, beber, dormir, pasear y otras muchas otras actividades del mundo, pero hay cinco que sí son de Dios y cuando lo tenemos en el corazón y lo comprendemos poder compartir, dar y servir a los demás durante todo el año.

“La primera es dar y darnos como perso­nas, nuestro tiempo con sabiduría, compartir con la familia, con los seres importantes y significativos en la vida, con los más necesitados que están por dondequiera en estos tiempos.

“La segunda es amar y eso significa la alegría de servir con ante y ante las ofensas, perdonar, porque si cuidamos con gozo el alma y bajamos los bultos de cemento que a veces llevamos sobre nuestra espalda y he­mos perdonado las ofensas y no llevamos en la memoria las heridas, atropellos que otros nos han causado y entendemos en el corazón que la vida es servir y amar a los demás.

“La tercera es orar, conocer la palabra de Dios, meditarla, reflexionarla en nuestra propia vida y acercarnos a la luz y la ver­dad que experimentamos con el silencio profundo.

“La cuarta es vivir con integridad. Obrar con rectitud, realizar con justicia el deber cumplido cada día, que la conciencia no nos acuse ni nos diga que no se ha hecho el bien, debemos mostrar amor a las personas necesitadas, pero con rectitud y acostarnos cada día cansados, pero con la conciencia limpia y tranquila de llevar una vida íntegra y honesta.

“La quinta es la paz interior, que haya armonía con nosotros mismos y tener estabilidad emocional y afectiva, tener relaciones libres con los demás en donde haya paz consigo mismo. Esa es la felicidad del corazón: dándonos, amando, orando, viviendo con integridad, paz interior y estando bien con todos, con Dios y con nosotros mismos”.