“En Casa También se Desperdicia Agua, Luz, Comida”

Por Benny Díaz

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Juan Espinoza Jiménez (Foto: Facebook Correo Diocesano)

“Ser pobres de espíritu nos enseña a va­lorar a otras personas, a defender la vida desde el inicio de la concepción hasta el final natural de la existencia. Hay muchas tendencias para interrumpir la gestación, como le dicen, cuando en realidad es un aborto y es matar a un inocente en el vientre de su madre que es donde debería tener más protección”, dijo en la homilía dominical el obispo Juan Espinoza Jiménez, en Catedral.

“Otra tendencia –dijo el purpurado– es que para algunos hay personas que no sirven en la sociedad porque no aportan, los ven como escoria y quisieran desaparecerlos y son a los ancianitos, enfermos, gente en situación de calle, son los ‘invisibles’ y que quisieran que no existieran, pero ellos también tienen derecho a vivir y nosotros debemos ayudar­les también”.

Todo aquel que diga creer en Cristo, indicó, debe dar testimonio de eso y ser fiel al Evangelio y a lo que vino a enseñar: “el amor que se debe manifestar a todos los pobres, y por eso hay que ser pobre de espíritu para darle el valor a las personas, que no se desperdicien cosas y valorar a todo ser humano”.

Y es aquellos que son pobres de espíritu confían totalmente en Dios y eso significa tres cosas: “valorar a la persona por sus dones, no desperdiciar y lo que se tenga, hacerlo producir por el bien de los otros con inteligencia, creatividad y buenos valores, esos que siembran los padres de familia en el corazón de sus hijos”

Ser seguidor de Cristo implica llevar “una vida austera, significa no tener más cosas de las que necesitamos y un tercio de alimento en el mundo se desperdicia. Lo que pasa a veces es que grandes tiendas como Costco o Walmart prefieren tirar la comida que regalarla a los pobres. Pero también hay que aplicar esto en casa, donde también se desperdicia agua, luz, comida, por eso hay que ser pobre de espíritu para cuidar todo porque son bienes de la creación y hay que cuidarlos también”.

El obispo invitó a los creyentes a aceptar cada día el Evangelio, “aunque nos traiga problemas, podemos ser perseguidos y ser objeto de burlas por nuestra fe, habrá quienes nos digan ridículos, pero aprendamos con paciencia y con amor a sobrellevar esas per­secuciones, porque eso también es santidad”.

En un mundo donde el ego puede más que la mansedumbre a aquellos que creen en Jesús los minimizan, ridiculizan, atacan, hacen menos, persiguen y en ocasiones hasta los asesinan, por eso “hay que abandonarnos a las manos de Dios, porque si creemos en el Salvador, buscamos el bien a pesar de los obstáculos que nos encontremos”.