Por Adrián Gerardo Rodríguez Sánchez*
EN SU LIBRO “Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana”, su autor, Julio Aibar, plantea una interpretación novedosa del proyecto llevado a cabo por el general nacido en el estado de Michoacán. Es una visión que nace de un análisis comparativo con otros “populismos” en América Latina, en el sentido más bondadoso del término: como gobiernos que beneficiaron con sus políticas a amplios estratos de la población. ¿Cuáles fueron los instrumentos y acciones implementados por el general Cárdenas para lograrlo en México? Aibar arguye que analistas e historiadores han subestimado su trabajo político de “reconocimiento”, que se articulaba básicamente en el establecimiento de nuevos lazos entre el pueblo y el Estado.
ESTOS VÍNCULOS consistían, por una parte, en convertir a las personas olvidadas por el régimen en sujetos de derechos, algo que se dio en el acercamiento que el general realizó por toda la república para buscar directamente a estos sectores y hablarles a los ojos. Por otra, se trataba también de legitimar las demandas ya existentes entre el sector obrero y el campesinado, largamente incubadas por años. De acuerdo con Aibar, para muchos ese proceso desembocó en una estetización de la sociedad, pero olvidan que también tuvo como resultado una “sustantiva ‘societalización’ del Estado”. A diferencia de las anteriores administraciones, el de Cárdenas postulaba que “un gobierno desarrollista […] era impensable sin la aplicación de políticas sociales y redistrbutibas”. Este era un proyecto que el general también insertó en uno más amplio: el de la Nación, lo cual implicó “una profunda redefinición del espacio político y social que consistió en reconocer un lugar central a los postergados en la nueva comunidad”, en el que actores vistos por algunos como antagónicos, podían converger coherente y armoniosamente en el Estado.
AHORA, LO que quisiera profundizar es: ¿cómo es posible entender y visualizar hoy en día los sentimientos e incertidumbres causados en su momento por la política del general Cárdenas? ¿Cómo se vivía el paso del tiempo en ese momento ante la esperanza abierta por su gobierno? Nosotros tenemos el privilegio de la distancia para reconocer que su proyecto fue de largo alcance; que su visión rebasaba por mucho el periodo de implementación del proyecto, contenido en el Plan Sexenal. Pero es bien sabido, aunque luego se olvida, que el general no las tenía todas consigo. Recibió un país en llamas, dividido por la sangrienta guerra cristera y la animadversión del Iglesia católica, por las intrigas y las conspiraciones en el sector militar, por las redes de un expresidente que no quería dejar ser el jefe en la política mexicana, por una derecha política cada vez más radicalizada; un país en donde el contenido de la Constitución de 1917 todavía no se aplicaba enteramente; un territorio con millones de personas que fueron excluidas del proyecto desarrollista de los anteriores gobiernos; con un sector obrero a punto de estallar en busca de sus demandas.
CÁRDENAS SABÍA que su proyecto no daría frutos inmediatos y que por lo mismo no debía perder tiempo en su aplicación. Fue un trabajo arduo, de paciencia casi artesanal. Al general le dolía ver la pobreza, la violencia y la fragmentación de la sociedad y de la nación, y es probable que sintiera impotencia de no poder llevar a cabo las reformas de manera más rápida y superar los males en un año o en cinco. Sin embargo, había paciencia y voluntad, además del apoyo de amplios sectores de la población a lo largo del territorio.
NO OTRA cosa pude reflexionar ahora al darse a conocer el horrendo crimen cometido en Minatitlán, Veracruz. Un acto que rebasa, como muchos otros de los últimos años, los límites de lo impensable. El camino es largo y doloroso para el nuevo gobierno. Pero aún así la esperanza es más grande que el miedo, y el proyecto es de todos y no sólo de una persona.
* Historiador