El Conjuro
Por Lenina Nereida Ortiz García
RESULTA EXTRAÑO pensar en los intereses de un millonario, probablemente nada lo sorprenda en la vida, están tan hartos de lo ordinario, que sus entretenciones suelen tornarse perturbadoras y extravagantes, sobre todo si se trata de un hombre que ha dedicado su vida al trabajo. El Sr. Pedro no es la excepción, siendo dueño de una empresa maquiladora de bebidas, nadie se imaginaría que es un hombre solitario, lo único que se sabe de él es que se divorció de su esposa habiendo tenido un matrimonio muy corto, y que su única compañía es la de su asistente, el licenciado Fernando, quien en más de una ocasión se ha quejado de su papel en la empresa, y ha recibido el apodo de “achichincle” del jefe, pero es él quien hace el verdadero trabajo, lo que debe hacer el Sr. Pedro, lo hace él y no puede restregárselo en la cara a sus compañeros de trabajo porque si algún rumor llega al señor, de inmediato perdería el puesto.
ADEMÁS, SÓLO Fernando conoce el lado oscuro del Sr. Pedro, fuera de la empresa se encarga de llevarlo a comer, de buscar las mejores damas de compañía, de sus citas con los médicos, pues desde que se puso viejo, constantemente necesita revisión. Pero no es esta vida la que lo sorprende, si no de los mandados que lo obliga a hacer, por lo menos una vez a la semana le encarga ciertos productos de dudosa procedencia, como plantas, drogas, velas, inciensos, esencias…, cosas que al principio ignoraba su finalidad, pues se limitaba a entregarlas al mayordomo, llegó a pensar que serían utilizadas por éste para preparar algún remedio o algún alimento, pero no era posible, ya que el mismo señor se las pedía en secreto, ya fuera por correo o en persona. Hasta que un día se atrevió a preguntar, sin saber que esa pregunta sería las cadenas que lo atarían al Sr. Pedro.
CON TODA tranquilidad respondió a Fernando, que según él, no podría vivir sin las fuerzas mágicas, no podría vivir sin los elixires del bien y del mal, y ahora que estaba viejo, necesitaba aún más de estos menjurjes para obtener fuerza y voluntad. Fernando soltó una risotada al escuchar semejante respuesta, pero al ver la seriedad del señor, se tragó la risa y se disculpó; antes de retirarse de la oficina, el señor le dio un papel con una lista de productos que debía llevar esa misma tarde a su casa. Fernando nunca imaginó que no volvería a salir de esa casa, esa vez el mayordomo no abrió la puerta, le abrió el mismo señor, y lo condujo al otro extremo de la casa, atravesando el jardín había un cuarto de madera, que a simple vista parecía un cuarto de herramientas. Con singular sorpresa recibió aquel lugar al verse rodeado de frascos con objetos extraños, con extremidades de animales e incluso humanas. Las paredes estaban tapizadas de frascos y utensilios, velas de todos los colores y plantas que desprendían aromas penetrantes. Ahora el Sr. Pedro soltó la carcajada y le dio una palmada en la espalda a Fernando, que se fuera acostumbrando, pues a partir de entonces, él no sólo sería su mano derecha en el trabajo, sino también en sus actividades secretas.
LOS DÍAS se tornaron monótonos para Fernando, su vida se basaba en cumplir los caprichos del señor con tal de tener un buen sueldo, pero ese compromiso inherente a su jefe lo llevó al divorcio, y perdió el derecho de ver a sus hijos; ante esto, su carácter se volvió recalcitrante y se aprovechaba de los demás trabajadores, varías personas renunciaron en tan sólo un mes, entre ellas la contadora en jefe. Nunca imaginó agradecer la renuncia de un elemento tan importante como lo era ella, y no por perder su excelente labor, sino por la mujer que llegaría a sustituirla.
LUCÍA ERA una joven de 25 años, con poca experiencia, pero al ser la única aspirante que pasó bien todas las pruebas, la contrataron mientras encontraban a otra persona más preparada, es así que Lucía entró como auxiliar contable solamente. Esta mujer, como sacada de una telenovela, deslumbró a Fernando con su carácter afable, por primera vez en mucho tiempo no sintió la necesidad de comportarse prepotente; y es que no se trataba de una belleza en potencia, era más bien una mujer sencilla, con grandes ojos, que reflejaban una mirada profunda.
DESAFORTUNADAMENTE, FERNANDO no sería el único preso de dicha figura, el Sr. Pedro –que ufano recibía a los nuevos integrantes para mostrar una imagen inclusiva y amigable–, también quedó prendado de Lucía. Desde entonces asistía todos los días a la empresa aunque no tuviera nada que hacer, a veces hasta se ponía a hacer lo que le dejaba a Fernando con tal de mantenerse ahí, por las mañanas recorría las oficinas dando los buenos días a sus empleados, no porque así lo deseara, sino para tener la excusa de entrar a la oficina de contaduría y ver a Lucía, y ésta sólo hacía un saludo mecánico, cordial, pero sin ningún interés en su jefe.
EL SR. PEDRO empezó a desesperarse, sabía que debía actuar si quería la atención de la muchacha, habían pasado tres meses desde su ingreso y no veía cambio alguno en sus expresiones, a veces le mandaba hablar a su oficina para preguntarle cómo iba el trabajo, aunque no fuera necesario, pues esa información la recibía directamente de Fernando, incluso le pedía informes con tal de ser visitado por ella. Pensaba todo el día en ella, fantaseaba, se imaginaba con ella, pero con el físico de sus años mozos, momentos que había tenido con su ex esposa los recordaba sustituyéndola con Lucía, teniendo hijos con Lucía, viajando con Lucía, amando a Lucía.
EMPEZÓ A preparar más elixires de la juventud, solicitaba a Fernando que investigara con las viejas brujas los mejores amarres, los mejores hechizos, primero practicó, hacía pruebas extrañas, Fernando sólo lo miraba en sus rituales sin decir nada. Había intentado todo tipo de hechizos, con todo tipo de menjurjes, amarres, conjuros de magia negra y blanca; incluso sacrificios de pobres e inocentes animales, desde arañas que quedaron inválidas, sapos mutilados, hasta un desafortunado gato negro que tuvo la mala suerte de cruzar junto a su casa una noche de luna llena, y que Fernando había tenido la tarea de hacer el sacrificio.
LLEGÓ EL día en que preparó la bebida indicada, la que le daría a Lucía, con la que definitivamente quedaría enamorada de él. Fernando tuvo la osadía de cuestionarlo, no creía que fuera a funcionar tal cosa, incluso le aconsejó al viejo que, sería preferible decirle directamente a la muchacha que la pretendía, pero esto sólo enfureció al viejo Pedro, se empeñó más en su cometido y le encargó a Fernando que se la diera, que se asegurara de que lo bebiera todo, de lo contrario lo mataría.
ASÍ FUE que Fernando, haciendo el encargo, cayó enamorado de Lucía, pues para ganarse su confianza y poder invitarla a beber algo, debía interactuar con ella. Incluso retrasó el pedido del viejo Pedro, no se atrevía a darle semejante brebaje, no fuera a ser que se enfermara, pero el viejo Pedro estaba tan enfermo mentalmente que si no sucedía algo, temía que lo exterminara como había prometido. Así que se le ocurrió un plan para ganar tiempo, mientras resolvía el asunto de una mejor manera. Charlando con Lucía, le dejó ver que el jefe estaba algo molesto por la falta de motivación en sus empleados, que era algo que odiaba al punto de despedir a la gente, pues para él, la eficiencia dependía de la motivación, así que le aconsejaba ser más expresiva con el Sr. Pedro cada que fuera a su oficina, de lo contrario sería despedida, además la paga era muy buena, valía la pena permanecer en esa empresa.
EL SR. PEDRO llamó a Fernando a su oficina, mostraba una actitud relajada, estaba contento, Lucía se había comportado interesada en él, no podía creerlo, incluso se ofreció a llevarle el café, pero qué maravilla, su Lucía había caído gracias a su hechizo, había funcionado, todo era perfecto, agradeció a Fernando por su trabajo y le perdonó la vida. Pero la perfección duró muy poco, apenas al día siguiente de haber recibido tan dulce trato, el señor se precipitó y le preguntó si amaba a alguien, Lucía dio una respuesta que recibió como una puñalada en el pecho, estaba enamorada de alguien de la empresa, y ante los cuestionamientos del señor sobre quién era, sobre su físico, se dio cuenta que no era él, se trataba de alguien más joven, así que le encargó a Fernando que investigara de quién se trataba, pues él mismo prepararía algo para deshacerse del intruso, algo había salido mal en su primer brebaje, debía mejorarlo, quizá debía agregar más de sus cabellos, los pocos que le quedan negros, sí, ese debió ser el problema, evitar los cabellos canosos.
QUÉ MÁS podría hacer, se preguntaba constantemente Fernando, estaba enamorado de Lucía, y ésta había empezado a corresponderle, el señor se lo había confirmado. Pasaron varios días en los que diariamente era cuestionado por el Sr. Pedro, sólo le decía que no lograba encontrar al susodicho, por las tardes lo veía afanado en sus hechicerías y pensaba que esas cochinadas podrían caer en su boca si no se apresuraba a encontrar una solución.
UN DÍA por la mañana, Lucía se encontraba intranquila preparando el café del jefe, la noche anterior había conversado con Fernando, al parecer comenzarían a salir juntos, ya estaba decidido. Se dirigió a la oficina del señor, éste la recibió amablemente y le pidió que se sentara un momento mientras tomaba su café.
LUCÍA SE perdió en sus pensamientos, en el fondo escuchaba la voz del viejo, pero no prestaba atención, se imaginaba con Fernando, esperaba con ansias ir a cenar con él esa noche. De pronto escuchó que algo se quebró, era la taza, se levantó exaltada al ver que el viejo tosía, le aquejaba un dolor en el pecho, tenía su mano presionando su corazón, pedía su ayuda, sólo decía su nombre, Lucía, Lucía, llama a Fernando. No tardó en llegar Fernando a la oficina, junto a empleados que se acercaron ante el alboroto, pero Fernando sólo lo miraba, mientras, el viejo le imploraba su ayuda. Maldita, tú me mataste, qué me has dado, Fernando, ¿por qué no haces nada?
ENTONCES EL señor comprendió todo, se quedó ahí tirado y empezó a decir para sí mismo, ¿acaso me han dado el brebaje que yo mismo he preparado?, sí, eso me ha matado. No, me ha matado Lucia, con sus ojos jóvenes, con su voz joven, su cuerpo joven. No, es el hechizo que he cultivado toda la vida, lo estuve preparando para mi muerte, perdón María, yo te alejé de mí, yo cree mi propio conjuro de muerte y aquí está el resultado, es un éxito, pero ¿y si hubiera mezclado más cabellos negros?
LOS MÉDICOS informaron que el viejo tuvo un infarto fulminante, su corazón literalmente se partió en dos, por años había llevado una mala alimentación y el consumo excesivo de sustancias tóxicas había contribuido al problema.