Por Carlos Alberto Sánchez Villegas*
Tomados de la Mano
“El amor no se encuentra en las rosas;
el amor es aquel que hace presencia
en la noche y en la oscuridad”.
AFUERA DE la casa el viento soplaba con una fuerza desconocida, imprimiendo una enorme fuerza sobre los ventanales del estudio y de la sala. Dentro de la casa dos siluetas se movían haciéndose un acompañamiento único, el acompañamiento de dos seres que llevan juntos y solos por varios años. La vida los juntó décadas atrás, cuando la juventud aún estaba como reflejo y prueba en sus cuerpos, como cuando dos personas unen sus vidas para formar una familia, cosa que por cierto lograron, sin embargo, de más de dos décadas a la fecha actual la única presencia que tienen es la mutua.
ALGUNA VEZ él fue un buen escritor y editor de libros, fue llenando cada rincón de su casa con letras y más letras; ella por otra parte, dedicó su vida a la música y a la composición, prueba de esto, es el gran piano que abarca todo el estudio, así como los instrumentos de cuerda que le hacen compañía a este voluminoso instrumento musical. Todas las tardes aquellos dos viejos se reúnen a discutir sobre antiguos libros y anécdotas y si más de una pieza musical se deja escuchar sobre esas derruidas paredes.
LOGRARON FORMAR en un principio una familia compuestos de dos varones, dos extensiones de sus ideales como pareja y esposos. Dos pequeños que fueron creciendo entre historias y música, entre el arte y el amor de sus padres. Pero a veces el destino no es tan bondadoso, a veces se interponen cosas que están más allá de un Dios, de una Fe, del amor. La guerra llegó, y ésta misma exigió como valerosos guerreros a los hijos de esta familia; y así como los exigió ya no los regresó, dejando en sus padres la soledad y el dolor mutuo.
A PARTIR de ese momento el mundo cambió para esta pareja, las cosas parecían ya no tener sentido alguno, ni la música ni los libros; todo aquello ya no importaba. Tomaron tiempo en comprender que si bien, estaban solos, al menos se tenían el uno para el otro para acompañar el corazón destrozado de cada uno. Cuando la vida te arrebata todo es mejor tener a alguien a quien tomar de la mano a estar totalmente solo.
LA VIDA se centró en un acompañamiento mutuo, a recibir la vejez tomados de la mano, a compartir el pan y cada taza de café, ahora en un ocaso en el cual la muerte asecha cada rincón de la casa, el miedo más grande de aquellos dos es saber qué pasará cuando uno de ellos se vaya, qué nueva sorpresa traerá consigo el cruel destino, aquel que alguna vez les quitó el futuro de su sangre, sin embargo, para qué pensar en lo que tarde o temprano va a pasar. En este presente, en este día aún se tienen el uno al otro y eso es todo lo que les importa.
EL AMOR no consiste en muchas ocasiones en grandes demostraciones ni historias extraordinarias, a veces el amor verdadero se recibe de quien esté dispuesto a tomarte de la mano cuando todo parece perdido y sin esperanza, contra toda tormenta nuestros protagonistas fue lo que decidieron, vivir el uno para el otro en la soledad y en la vejez.
AL RITUAL de las pláticas, de los versos, y de la música; sigue el del descanso cada noche. Cuando la oscuridad se aproxima estos dos viejos esposos quedan más expuestos a la soledad y al dolor provocado por el recuerdo, por el pasado. La mejor forma de enfrentar todo esto es dormir pegados en cuerpo y alma el uno al otro, y sobre todo tomados de la mano. * Historiador, escritor y columnista. Egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes