La Televisión y los Derechos de las Audiencias
Por Mario de Ávila Amador
En recuerdo de Jorge Galván
HACE UNOS meses comenzamos a ir a un restaurante de pescados y mariscos, “El Salmón Feliz”. Nos gustó el lugar y nos pareció un recinto muy agradable, con una gran cantidad de luz gracias a sus amplios ventanales y una muy buena distribución de mesas que hacía fácil el tránsito por el sitio. Estaba perfectamente ventilado y con una decoración muy ad hoc con el establecimiento. Mucho mejor que el lugar fue el menú. Había una gran variedad de platillos, pescados y mariscos en muy variadas presentaciones y además una excelente cava de vinos generosos y un inmejorable servicio de su personal, desde la hostess o anfitriona, hasta los meseros, que realmente en conjunto, invitaban a una muy placentera comida. Finalmente, la cuenta, los precios más que justos, hicieron que la experiencia valiera la pena.
DESDE LUEGO, una semana después no dudé en volver. El nombre del restaurante en el frontón del lugar era el mismo, pero sentíamos que había algo distinto. Apenas cruzamos el umbral, nos dimos cuenta de que era efectivo el sentimiento inicial, pues se habían clausurado unos ventanales y habían agregado mesas. Se acumulaba algo de humo proveniente de la cocina y nadie nos recibió al llegar; los meseros no atendían tan de buena gana como la ocasión anterior y lo peor, el menú se había reducido en gran cantidad y prácticamente no había en él, pescados y mariscos. Comimos carne asada no muy buena y nos retiramos. La experiencia no fue en nada parecida a la primera.
TAL VEZ más por curiosidad o con la esperanza de encontrar un restaurante como el de la primera ocasión, regresamos tres semanas después de aquella segunda ocasión. El letrero era el mismo “El Salmón Feliz”, el recinto estaba casi solo pero lleno de mesas. Los meseros y en general todo el personal atendía ya francamente de mala gana y lo peor, ahora sí, el menú no incluía absolutamente nada de pescados y mariscos, ni siquiera carne solamente verduras cocidas. Cuando pregunté al mesero por qué el lugar seguía teniendo el mismo nombre y ya no había pescados y mariscos y por qué de la extrema transformación, la respuesta fue sorprendente: “Porque al dueño se le da su regalada gana”. Nos retiramos inmediatamente y nunca más hemos vuelto.
DESDE LUEGO todo lo anterior es una ficción, un cuentito que quiero usar como una especie de metáfora para tratar de entender lo que es el “Derecho de las audiencias”. Durante muchos años los concesionarios han hecho lo que han querido, a pesar de que la Ley Federal de Radio y Televisión se creó a finales de la década de los 60. Año con año fue adentrándose más en una obsolescencia práctica. Al igual que el dueño del restaurante del cuento, los dueños de los medios televisivos, estratégicamente convertidos en monopolio en 1971 y en duopolio a inicios de los 90 y hasta 2016 cuando entró en competencia un tercero en discordia, han hecho prácticamente “lo que se les da su regalada gana”. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con “El salmón Feliz”, los medios electrónicos hacen uso del “espacio radioeléctrico” que pertenece al Estado, es decir a nosotros, los ciudadanos. Esto hace una diferencia enorme y la legislación lo ha expresado.
EL “DERECHO de las Audiencias” en México, nace de la reforma al artículo sexto de la Constitución, que se realizó en 2013. Este derecho se incluyó en la Ley federal de Telecomunicaciones en 2014. Comenzando 2017, el primero de febrero, debieron entrar en vigor los Lineamientos Generales sobre la Defensa de las Audiencias, sin embargo se presentaron dos Controversias Constitucionales ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una por el presidente de la República y otra por la Cámara de Senadores, con lo cual se ha aplazado la vigencia de dichos lineamientos. Sin duda dichas controversias tienen su fuente en las presiones sobre el Ejecutivo y el Legislativo por parte de los detentores de los medios.
EN UNA apretada síntesis puede decirse que el Derecho de las Audiencias y sus lineamientos, pretenden que los usuarios de medios reciban de los concesionarios contenidos que reflejen la pluralidad del país en aspectos ideológicos, culturales, políticos, sociales y lingüísticos. Así mismo garantiza derechos de audiencias con discapacidad al acceso a contenidos en igualdad de condiciones; en este caso por ejemplo, el uso del CC (Closed Caption), subtítulos automáticos en todos los programas, para los débiles auditivos o sordos.
OBLIGA TAMBIÉN a los dueños de las televisoras a diferenciar los espacios publicitarios de los contenidos programáticos y la información noticiosa de la de opinión. También deben presentar la misma calidad y niveles de audio y video en los espacios publicitarios y en los programas. Deben respetarse los horarios de programación e informarse oportunamente de cambios en la misma. Están obligados a incluir avisos parentales y clasificación de programas. Esas frasecitas de “…contiene escenas de sexo y violencia”.
POR SUPUESTO se contempla el respeto a la diversidad y se busca la no discriminación. Respeto a los derechos humanos, al interés superior de los menores y a la igualdad de género. Se incluye también el ejercicio libre del Derecho a la información y la Libertad de Expresión y el derecho a la recepción de contenidos sin censura previa. Se incluye el derecho de réplica y la figura del Defensor de las Audiencias.
POR SUPUESTO que a los concesionarios no les hace gracia implementar estas acciones. Es como si al dueño del restaurantes se le impusieran inspectores para que no cambie los contenidos de su menú, los colores de las paredes o los precios de sus platillos (desde luego que en materia gastronómica también existen reglamentos). La vigencia de los Lineamientos, lamentablemente ha debido diferirse por las controversias presentadas; apenas el pasado 7 de agosto el IFT (Instituto Federal de Telecomunicaciones) informó que se difería esta entrada en vigor, hasta el 16 de noviembre del presente año.
REALMENTE NO es gran cosa, muchos países en el mundo cuentan con estas condiciones en sus medios; de hecho muchos medios públicos en México tienen ya muchos años realizando muchas de las acciones antes señaladas. No, no es gran cosa, pero sería formidable volver a “El Salmón Feliz” y ver que todo ha vuelto a ser perfecto.