La Fotografía de Angelitos en Aguascalientes

Por Vicente Agustín Esparza Jiménez/Centro INAH Aguascalientes

Angelito en velación (Fuente: AHEA, Fondo Personajes 204)

Angelito en velación (Fuente: AHEA, Fondo Personajes 204)

ANTES DE que se inventara la fotografía en 1839, el rito de retratar a niños fallecidos ya existía en España, México y América Latina, sólo que era a través de la pintura, aunque cabe aclarar que era una práctica de las clases pudientes. Al transcurrir el siglo y surgir los estudios fotográficos, así como por el abaratamiento y acceso para adquirir una cámara fotográfica sobre todo a fines del porfiriato, fue que la fotografía de angelitos se popularizó entre las clases menesterosas.

CABE ACLARAR que no debemos confundir la fotografía mortuoria con la fotografía post mortem, ya que la primera es aquella que “tiene como temática cualquier aspecto relacionado con la muerte”: ritos, asesinatos, funerales, tumbas, etcétera; en cambio, la segunda “es la que se toma inmediatamente después de la muerte del cadáver”, en este caso del niño o angelito, cuya finalidad era preservar la memoria o recuerdo del infante muerto, una última imagen con el ser querido y amado.

AUNQUE EXISTE una amplia historiografía sobre el tema, en Aguascalientes son pocos los que han estudiado la llamada “Muerte Niña” o “Fotografía de Angelitos”. A finales de 2011 y principios de 2012 el Museo Regional de Historia de Aguascalientes montó una exposición temporal integrada por 50 retratos de angelitos fallecidos, aunque la mayoría de las fotografías pertenecían al fotógrafo guanajuatense Romualdo García Torres, así como al jalisciense Juan de Dios Machain y al zacatecano José Bustamante Martínez.

DE ESA exposición a la fecha conocemos un poco más de la fotografía post mortem de niños en parte a la apertura de nuevos archivos como el del profesor Alejandro Topete del Valle y a las colecciones del Museo del Pueblo de Aguascalientes, Museo Regional de Historia de Aguascalientes y a través del concurso de “fotografía antigua” que realiza el Centro INAH Aguascalientes desde el año 2014. En fechas recientes Mario Palacios se ha interesado en el tema y lo mismo Luis Arturo Sosa Barrón, quien también analiza la fotografía mortuoria.

A DIFERENCIA de los fotógrafos mencionados líneas arriba, en Aguascalientes no existió un retratista que se distinguiera por fotografiar a niños muertos como en el estado de Guanajuato, aunque por el análisis de las misma imágenes sabemos que los había ambulantes sobre todo en el área rural y los de estudio instalados en la ciudad capital. A pesar de los trabajos sobre la fotografía del historiador Gerardo Martínez, hace falta un estudio más detallado sobre los fotógrafos decimonónicos y de la primera mitad del siglo XX, pues conocemos todavía muy poco de su producción, estudios, cámaras, estilo y técnica. Los más investigados han sido W. H. Jackson y C. B. Waite, pero faltan por estudiarse a José Urrutia, Sr. Sciandra, Antonio Chávez, Leopoldo Varela, Pedrozo, Porras, Gonzalo Piñera, Ojeda, Manuel Obregón y De Luna, por mencionar algunos.

EN CUANTO a la “Muerte Niña”, actualmente en Aguascalientes se sabe de la existencia de por lo menos 15 fotografías de niños de entre uno y seis años de edad que pudieron haber muerto por diferentes causas: pulmonía, fiebre, enfermedad infecciosa y por alguna epidemia como viruela o cólera. Según los diferentes estudios sobre el tema, las representaciones de los niños muertos por lo regular eran tres: vivos, dormidos y ascendiendo al cielo, emulando la ascensión de Jesús al cielo de acuerdo a la posición de las manos del infante fallecido. En Aguascalientes las más comunes son las que pertenecen a los estudios fotográficos en las que emulan La Piedad, pues la madre carga bajo sus brazos al niño, quienes a su vez sujetan flores como azucenas, rosas blancas, margaritas o azahares que significan la santidad del niño; en otras imágenes las flores están ausentes o bien aparecen como tocados sobre sus cabezas simulando coronas sobre todo en las niñas. En otras fotografías el infante aparece sentado en una silla llena de flores vistiendo el hábito de San José que llevaba vara y manto, con la imagen del sagrado corazón de Jesús o bien recostado en un mueble lleno de flores. En las fotografías donde el angelito aparece con la madre o el padre, están llenas de teatralidad y dolor en algunos casos, pues son fotografías compuestas en las que el fotógrafo señala la posición, actitudes y miradas de los padres. Una fotografía poco común tal vez de estudio o en casa de los deudos es en la que aparece toda una familia completa junto a dos niños fallecidos que simulan estar dormidos rodeados de sus hermanos o primos.

POR CRÓNICAS del siglo XIX sabemos que en el rito fúnebre era costumbre colocar debajo de la mesa o silla donde yacía el niño un plato con cebolla, pues se decía que era para “recoger el cáncer” o mal. Lo cierto es que se sigue utilizando en algunos pueblos o comunidades rurales y el objetivo de colocar cebolla con agua debajo del ataúd es para disfrazar el olor del muerto en caso de que expidiera malos olores después de dos días de velación. Si bien es cierto que existía dolor en los corazones de los padres, “se creía que era una bendición tener un angelito en casa”, por lo que no se debía llorar y en algunos casos los funerales se convertían en una pequeña fiesta en la que abundaba la comida y el alcohol. Para partir al panteón junto al niño se ponía arcos con varas adornadas de papel de china, el padrino o algún conocido puesto debajo de la mesa lo cargaba con un yagual colocado en la cabeza. Asimismo, como aquello era alegría el cortejo fúnebre estaba encabezado por una música de viento, además niños y mujeres cargaban flores en sus manos para después arrojarlas sobre el ataúd o tumba. Para dar sepultura se amortajaba quitándolo de la mesa o silla para ponerlo en su caja y se echaba un puño de tierra sobre la tumba que quedaba tapizada de coronas y ramos.

DESDE LA segunda mitad del siglo XX tras el triunfo de la revolución higiénica la costumbre de retratar a los angelitos se ha ido perdiendo en parte porque cada vez son menos los niños que mueren, pues la expectativa de vida es hoy en día mayor. También por la influencia de la Iglesia católica, pues recomendaba a las personas no fotografiar a los niños muertos sino mejor dedicarle misas, que poca falta les hacía puesto que muchos morían sin pecado más que el original. Sin duda falta mucho por investigar sobre esta actitud ante la muerte, por eso la importancia de seguir concientizando a las personas de conservar el archivo familiar y la cultura de la donación de sus acervos a los archivos históricos o museos históricos.

Fuentes: “Fotografía Post Mortem de Infantes, en: http://www.inah.gob.mx/es/boletines/3892-fotografias-post-mortem-de-infantes; Luis Arturo Sosa Barrón, “Angelitos retratados: La fotografía infantil de finales del siglo XIX y Principios del XX”, en Horizonte Histórico. Revista Semestral de los Estudiantes de la Licenciatura en Historia, Año 5, No. 11, Enero-Junio de 2015. Gerardo Martínez Delgado, “La fotografía como instrumento de representación social. Producción, uso y circulación de la imagen fotográfica en Aguascalientes hasta 1914”, en Memoria del XV Certamen Histórico Literario y de Ensayo Contemporáneo, Aguascalientes, Ayuntamiento de Aguascalientes, 2005. Manuel J. Aguirre, Teocaltiche en mi recuerdo, México, Propiedad particular, 1958. Angelito en velación. Fuente: AHEA, Fondo Personajes 204.