El Asalto de un Recuerdo
Por Carlos Alberto Sánchez Villegas*
UN RECUERDO es lo primero que la asalta al despertarse; una visión con la que estuvo soñando toda la noche. Un día 16 años atrás en la facultad de letras donde estudiaba, era un día común en sus asaltos a la vieja cafetería de la universidad, él siempre la acompañaba con una taza de té mientras ella platicaba de su próxima historia y de sus personajes, ella siempre pedía su café negro y se abstraía en sus historias, en toda la inspiración que llegaba a caudales.
UNA DE las estudiantes más prometedoras, sus profesores siempre la adulaban, sus profesores siempre la adulaban, veían venir a la gran escritora que algún día sería. En el amor ella sólo podía pensar en él, en aquel chico alto y de piel morena que la seguía a todas partes, la escuchaba y reía a la par de sus historias, no había otra opción más que rendirse a sus ojos negros.
FUE EN ese momento que los primeros rayos del sol golpearon su cara, la realidad había vuelto con su crueldad de costumbre; su habitación triste se ilumina un poco, se levanta y se dirige a la cocina para preparar su café de costumbre, esa bebida que para ella es un pequeño bálsamo de vida. En la sala su viejo escritorio la aguarda, para intentar juntos atrapar aquellas letras y palabras.
PERO ESA mañana el recuerdo persistía hiriendo de sobremanera el alma, pero a la vez negándose a irse, él y el dolor iban de la mano. Se sentó en la sala y se abandonó al ataque de esos episodios de su vida que tanto la lastimaban; sus pláticas, sus risas, su tacto; siempre la encantaban, hablar de literatura siempre a él siempre era un placer y sus besos lo eran aún más.
UN AÑO antes de graduarse ella había estado trabajando en una historia que tenía un gran potencial de ser publicado como libro, su eterno acompañante estuvo con ella durante todo ese proceso creativo, dándole consejos y apoyo, algunas editoriales ya merodeaban a la joven. Días antes de acabar el borrador de su novela, él desapareció, no lo vio más en la facultad ni contestaba las llamadas.
LA SOLEDAD y una implacable compañera, lo único que no se le puede reprochar es su fidelidad; una vez que llega a tu lado nunca más se va, en ocasiones se oculta o desaparece unos días, pero siempre acecha y te observa, esperando el momento. Su casa estaba habitada completamente por la soledad, todo olía a abandono y tristeza; su habitación, la sala, la vieja cocina; lo había intentado, había buscado aquellas letras, aquellas historias, pero siempre se escapaban, siempre se escabullían.
ESA IMAGEN volvía a su cabeza, ese día que pasó por la librería y vio en el estante aquel libro, el nombre del autor la atrapó inmediatamente, era el nombre de él, y el título era el nombre de la novela que ella había escrito. Al hojear el volumen se dio cuenta al instante de que los personajes, la trama, todo era de ella; era su historia, su sueño. Él no solamente se había ido, sino que había cargado consigo lo más preciado de ella, sus letras, las que se habían dejado atrapar con tanto esfuerzo.
DESDE ESE momento las letras ya no habían aparecido más, todo se desvaneció y vino la soledad, se graduó, trabajó para algunos periódicos, pero todo ese potencial desapareció o se ocultó de forma macabra, los años que siguieron su estado de soledad y tristeza se hizo más latente había quedado ella misma en el olvido; por mucho tiempo lo intentó con cierta esperanza, después todo se hizo mecánico, por mera costumbre.
LOS INSTANTES son capaces de marcar nuestra vida futura, ya sea de forma buena o mala, no todos recibimos las dichas y la felicidad, algunos tenemos que vivir con el sufrimiento y el dolor. Mientras estos pensamientos van y vienen de su cabeza ella ve el horizonte de la próxima taza de café y de su vida rutinaria con la soledad; tal vez algún día las letras se dejen atrapar, tal vez algún día ese tipo caprichoso llamado amor se asome por la ventana a brindar al menos una sonrisa. Mientras tanto dejemos a nuestra escritora consumirse en el asiento de su escritorio, soñemos con ella en las historias que se fabrican a diario en nuestras cabezas y se niegan a ser escritas.
* Historiador, fotógrafo, escritor y amante de las letras: “dame una palabra y te dedico un verso”