Nosotras en la Historia
Por Daniela Itzel Domínguez Tavares
HACE ALGUNOS días, observando libros, separándolos por temáticas así como removiendo y encontrando viejas ideas o teorías sobre las ciencias sociales, descubrí panfletos, notas y un mundo de papel, mezclado con tinta, que aunque era silencioso resultó ensordecedor descubrir. Aquel librero no tenía un orden o equilibrio entre todo el material que albergaba pero, una cosa era cierta: su forma y esencia, sin importar el orden, era un testamento a la posteridad, un legado de lo que otros ya habían escrito. Me dispuse pues a tomar algún ejemplar para leer acerca de la Independencia de nuestro país –ya que el mes pasado celebramos el 206 aniversario– tomé un libro del célebre historiador Luis González y González llamado “Viaje por la Historia de México”. Llegué al apartado titulado “Antecedentes de la Independencia” y al mirar las páginas no pude ver sino imágenes de hombres de la época, busqué entonces imágenes de mujeres pero solamente pude encontrar a Josefa Ortiz de Domínguez; el eco de la fuerza femenina en el tiempo se redujo a una sola. La curiosidad me llevó a revisar aquel libro con detenimiento para contar las apariciones que tenían las mujeres en el mismo. Tres, tres fueron los iconos femeninos que aparecen en este texto que abarca cinco siglos. La Virgen de Guadalupe, Sor Juana Inés de la Cruz y Josefa Ortiz de Domínguez son la representación de lo que otros autores han llamado la “minoría más grande del mundo”.
ESTE HECHO me llevó a repensar cómo se había estado escribiendo el pasado nacional y la importancia de que aparezcan las mujeres en los libros de texto, es así que en esta ocasión le invito a saber más de nosotras en la historia.
ROSARIO CASTELLANOS escribió una vez que “la historia es el archivo de los hechos cumplidos por el hombre y todo lo que queda fuera de él pertenece al reino de la conjetura, de la fábula, de la leyenda… pero la mujer ha sido más que un mito”, ha sido participe en cada uno de los momentos que devinieron en nuestro presente. Ahora bien, no pretendo criticar la obra de Luis González y González sino usarla como pretexto para evidenciar la forma en la que se hacía historia en nuestro país, hasta hace algunas décadas, mostrar la forma en la cual se les invisibilizaba.
LA HISTORIA alcanzó su estatuto de profesión gracias al empuje de los modelos científicos que estuvieron en boga al finalizar el siglo XIX hasta el inicio del XX. Nuestra profesión era practicada por hombres que escribían sobre hombres y política. Es hasta que aparece la corriente francesa de los Annales (Annales d’histoire économique et sociale) que la historia trató de dejar de lado la política para enfrentarse al abordaje de nuevas perspectivas históricas que explicaran procesos o estructuras sociales. Esto no es extraño pues el periodo entre la primera y la segunda guerra mundial trastocó la manera en la que se entendía el mundo al igual que las conexiones de éste, de modo que la historia tuvo que enfrentarse a nuevas preguntas, así como modelos, que explicaran el mundo que se estaba reorganizando y en el que “ellas”, ya tenían una injerencia directa. Ahora bien, es preciso mencionar la obra de La mujer de Jules Michelet aparecida en el siglo XIX pues representa uno de los primeros acercamientos a la emblemática figura y función social de nuestras compañeras.
ES EN ESTE contexto que la figura de las mujeres comenzó a ser más notoria en la historiografía, pero fue apenas el inicio de un viaje que necesitó, en primera instancia, del reconocimiento de la figura femenina en los procesos históricos más complejos y no solamente como observadora o consorte de los varones. Las acciones femeninas no corrieron a la par que el murmullo de los días pero el principal problema, al que nos enfrentamos, al querer historiarlas es su situación confinada y silenciosa en las que se les posicionó.
MICHELL PERROT escribió, sobre las mujeres, que es “difícil rastrear sus huellas directas, escritas o materiales” (1) por consiguiente se tienen que replantear los modelos de investigación para dar luz a otros actores o discursos, en otras palabras, significa que se tienen que hacer nuevas preguntas a los viejos temas del pasado. Seguiremos hablando de la Independencia pero ya no se mencionará a un Hidalgo, un Allende o Aldama, sino que se enriquecerá con la presencia femenina. “La historia de ellas […] se aleja de la estructura de la historia convencional y presenta una nueva narrativa” así pues podremos encontrar además de doña Josefa y Leona Vicario a una María Guadalupe “La Rompedora”, a Mariana Rodríguez del Toro, Ana Yraeta y a María Gertrudis Bocanegra “La Ojos”, esto apenas para la etapa de Independencia. (2) Toda nuestra historia se puede, y debe, diversificar con otras perspectivas que enriquezcan los procesos sociales.
DEJAR DE transitar por la ruta del relato único genera una insistencia apasionada para preguntarnos por el otro en la historia, será así que además de la aparición de las mujeres encontraremos a los obreros, los infantes, los esclavos y los grupos indígenas abonando al conocimiento social.
PERO NO todo está escrito y aún no corren ríos de tinta para explicar la vida de las mujeres en nuestro país, se ha logrado un gran avance para historiarlas desde la década de 1990; desde este año ya apareció como temática histórica, se hizo un esfuerzo por realizar análisis que fueran más allá de separar por géneros la historia y ahora vemos resultados pues, a las narraciones de “ellas”, se les está dando una especificidad de clase, etnia o región dentro del contexto mexicano.
Y AUNQUE aún falta mucho por decir de nosotras en la historia, concuerdo con Michell Perrot cuando escribe que: a la historia de las mujeres no se les puede poner un “final”, sino un “había una vez”…
Notas
1. Perrot, Michell. 2008. Mi historia de las mujeres. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
2. https://generacionmorena.wordpress.com/2015/09/16/mujeres-que-nos-dieron-patria-las-conoces/