Por Alfonso Morales Castorena
NI AÚN CON el pomposo y anunciado operativo de seguridad policiaca reforzado en todos sus aspectos los ciudadanos dejan de estar en manos de los delincuentes y prueba de ello es el saqueo domiciliario del que fue víctima el publicista Gonzalo Urrutia Gallegos, ayer al mediodía.
A PLENA luz del día, sin que los vecinos de su víctima en turno descubrieran su presencia –o si lo hicieron los dejaron hacer de las suyas “para no involucrarse por miedo o sufrir las consecuencias de su intromisión”– los ladrones domiciliarios consumaron su objetivo sin obstáculo alguno.
COMO DE costumbre y siguiendo “la escuelita de siempre”, brincaron el muro posterior de la finca, destrozaron las cerraduras de la puerta de la cocina que comunica al patio trasero y con el camino libre se dieron el lujo de recorrer todos los aposentos en busca de objetos, artículos y cosas pequeñas, pero de valor relativo, para echarlos a su morral.
ES LÓGICO que cuando su víctima arribó a su casa y descubrió el saqueo, lo primero que hizo fue evaluar el daño que sufrió, en cuanto a la fractura de cerraduras, rotura de vidrios, doblaje de las protecciones y destrucción de algunas de sus pertenencias, para enseguida realizar un somero inventario de sus prendas y estimar en dinero el monto del botín que se llevaron los pillos.
ESO SÍ, LAMENTÁNDOSE del nulo quehacer policiaco en el fraccionamiento de clase media alta en el que radica, la escasa vigilancia que se dispensa al lugar, la indolencia de quien recibió el telefonema de su denuncia y exigencia de la presencia de los uniformados y el valemadrismo de los policías para atender el caso.
LUEGO CAERÍA en la cuenta de que ignoraba si su impotencia y rabia era por la incompetencia e indolencia de la Policía del famoso Mando Único que publicita sus logros a incienso constante o si le fue provocada por el actuar de los ladrones que, aparte de robarle un botín considerable en joyas y dinero en efectivo, le causaron daños materiales por otros buenos pesos.
DESPUÉS, COMO suele suceder en este tipo de asuntos, vivió un verdadero vía crucis en la Agencia del Ministerio Público al acudir a denunciar el latrocinio, exigir la investigación de los hechos y la detención – cosa que se me antoja creer en los milagros– de quien o quienes saquearon su domicilio. Total que el día de ayer fue el Waterloo para el conocido hombre, de algún modo involucrado en los medios informativos.
EN OTRO tema, nos encontramos con la queja de varios ciudadanos respecto al quehacer del alcalde Francisco Javier Luévano Núñez, que a cinco meses de que “herede” la Alcaldía a su amigo de la infancia, miembro también del Partido Acción Nacional (PAN), Adán Valdivia López, anda recorriendo las comunidades para hacer entrega de las obras que prometió realizar desde el inicio de su administración, hace casi tres años.
AYER LE tocó el turno a la congregación de El Maguey, donde su calle principal fue objeto de rehabilitación total, en cuyos trabajos se invirtieron dos millones y medio de pesos, pero que hoy luce pavimentada de principio a fin.
EN EL DESGLOSE de obra se hace constar que para introducir los servicios básicos en ese lugar se requirió de un millón de pesos con la finalidad de cubrir el costo del tendido de la red de alcantarillado, que se hizo en un tramo de 246 metros lineales, mientras que la distribución de la red de agua potable se hizo en 260 metros lineales, cuyo recurso provino del fondo de Contingencias Económicas.
CON EL RESTO de la inversión total –un millón 500 mil pesos– se construyeron mil 511 metros cuadrados de pavimento, 475 metros lineales de guarniciones y 592 metros cuadrados de banqueta, que ofrecerán seguridad y confianza a los peatones y mejorarán notablemente la circulación de los automotores, en ambos sentidos de la arteria.
LA COMUNIDAD El Maguey se ubica en los límites de los municipios de Jesús María y Calvillo, en dirección al noroeste, es la última de las congregaciones pertenecientes al Valle del Huejúcar y jamás había sido tomada en cuenta para obra pública, por administración alguna, hasta que los vecinos le exigieron al alcalde Luévano Núñez que “cumpliera una de las muchas promesas de campaña que les hiciera hace ya casi tres años”.